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Actualizado: 20 de mayo de 2025
El hecho mismo de que Burton Blair, habiéndome ocultado su amistad si es que existía amistad con este vigoroso monje, de cara bronceada y arrugada, me hacía abrigar contra él una especie de vaga desconfianza. Y, sin embargo, cuando recordaba el tono de la carta que le había escrito a Blair, ¿cómo podía dudar de que su amistad, aun cuando secreta, no fuese real y sincera?
La calle, la plaza, el inmediato callejón de los gitanos, todo estaba en silencio, cubierto de nieve, sin la negra silueta de una persona. Siguió gritando, con la angustia del miedo, y por fin, de la primera casucha vio surgir una cara bronceada llena de arrugas, con ojos de curiosidad. ¡Salguerillo... Salguero! ¡Por tus muertos te lo pido! Avisa a la Teodora... que venga. Mi mujer se muere.
Ni el pretendiente que en fuerza de cortesías llega á retratarse en los tersos botones de portero de Ministerio, ni el aspirante á rica dote ante exigente futura suegra, ni el candidato extra-oficial en distrito cunero, ni el cesante con ocho hijos frente á despótico casero, tolera las injusticias, los desaires, las cavilaciones y los sudores que sufre y aguanta con estoica resignación el indio ante la bronceada deidad de sus pensamientos.
La tez de los Chapacuras es bronceada ó de un moreno verdoso, idéntica por lo tanto á la de los Chiquitos. Su estatura tiene tambien alguna analogía con la de estos: la mediana es de cinco piés y una y media pulgadas; los mas altos no pasan de cinco piés y cinco pulgadas. Las mugeres guardan en su porte una proporcion relativa.
Despues de tomada esta nota, veo una enseña en el extremo del primer balcon que da á la calle de las Hijas de Santo Tomás, la cual decía: Vestidos para mujeres y niños. A su lado, casi en medio de dicho balcon, se ve tambien una gran placa dorada alrededor y bronceada en el fondo, donde tiene las armas francesas, ó un trofeo semejante.
Al mismo tiempo una muchachota con las piernas desnudas, una rueca en la mano y llevando el antiguo vestido del país y la cofia ducal de las paisanas de esa región, franqueó rápidamente el foso; espantó, al pasar, algunos carneros, cuya pastora parecía, y vino á plantarse con cierta gracia sobre el estribo, presentándonos en el cuadro de la portezuela su fisonomía bronceada, resuelta y sonriente.
Fiera y pálida cicatriz señalaba en lo alto su frente bronceada por el mar. Aquella tarde, apenas se hubo sentado en el cofre y puesto a referir algunos comadreos del mercado, una de las mozas, pasándose ella misma el dedo sobre las cejas, le preguntó: Decí, seor Medrano: ¿quién os labró esa guirnalda?
Y allí, a mi lado, aplastando todos mis pensamientos, como la sombra de una esfinge gigante se expande y alarga sobre las arenas del desierto, estaba de pie ese corpulento monje, de tez bronceada, pies descalzos, hábito de un carmesí desteñido, su cintura ajustada por un cordel de cáñamo, y con un semblante de misterio, mientras dentro de su corazón se encerraba el gran secreto que había sido legado a mí y que ocultaba el origen de la fortuna de Burton.
Palabra del Dia
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