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Paco no se atrevía a pisar a su prima nueva, pero la tenía encantada con sus bromas de señorito fino, que vivió y la corrió en Madrid. Además ¡olía tan bien el primo y a cosas tan frescas y al mismo tiempo tan delicadas y elegantes! Allá, en su pueblo Edelmira había pensado mucho en el Marquesito, a quien había visto dos o tres veces siendo ella muy niña y él un adolescente.

Pues si es así, mucho debe de padecer con sus bromas. No lo crea usted. Cuando usted la trate más, ya verá adónde llega su despreocupación. Justamente en aquel momento se acercó a nosotros Pepita, diciendo: ¡A que están ustedes hablando de ! ¡A que ! respondió el comandante riendo.

Advierto con placer que cada día penetra usted más adentro en los misterios de la morfología. Adolfo hizo un gesto de mal humor, mientras los demás sonreían. Le mortificaba profundamente el apodo que Rivera le había puesto y las bromas constantes que le merecían sus aficiones científicas.

Se mantenía apartado porque quería evitar las bromas paternales del squire sobre la belleza de la señorita Nancy y sobre el matrimonio en general, bromas que probablemente iban a volverse cada vez más explícitas.

El banderillero acogía con mansedumbre las bromas del espada y su apoderado. ¡Dudar de don Joselito!... Este absurdo no llegaba a indignarle. Era como si le tocasen a su otro ídolo, a Gallardo, diciéndole que no sabía matar un toro.

El señor Fermín reía en la viña, repitiendo a los trabajadores las ocurrencias graciosas del de San Dionisio. Eran bromas de acción, en las que siempre había una víctima; genialidades crueles, para regocijar a un pueblo rudo.

El guapo sintió el escozor del alfilerazo, pero disimuló, esperando la ocasión de tomar revancha; y temiendo no fuese más adelante en sus bromas, se apresuró á alejarse arrastrando consigo á su querida. Los despidieron con algazara. Cuando ya estaban lejos, Antonio les gritó recordando la conclusión de los cuentos: Y todo quedó en paz y gracia de Dios, y yo fuí y vine y no me dieron nada.

Conque, si tiene usted negocios, déjese usted de semejante casa y entiéndase usted conmigo. ¿Pero usted no lo sabe con certeza? Certeza, no: me enteraré, y mañana sabrá usted lo que haya, con toda seguridad. Se lo agradeceré a usted con toda mi alma. ¿Nada más con el alma? Déjese usted de bromas: no hemos de ser nunca más que amigos.

¿Cómo bromas? gritó el médico . A fe de Somoza, que sin don Víctor ataca a mi primo Carraspique en broma, yo empuño la espada, le ataco en serio y las cañas se vuelven lanzas. Señores, aquella niña se pudre.... Se acabó la discusión, sin causa, o por causa de los vapores del vino, mejor dicho.

Así, pues, siguió cada día con más decisión por la senda que su novia le trazaba, sin hacer caso de las bromas que los compañeros le daban en la Fábrica, pues que en otros sitios, como no fuese en su casa, en la de don Mariano o en la iglesia, era difícil echarle la vista encima. ¡Me has convertido en un beato! le decía a veces a su ídolo a modo de cariñosa reconvención. ¿Y qué; te pesa, pícaro?