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Actualizado: 9 de junio de 2025
La infeliz joven puso el nene a su lado, mostrando menos desconfianza; pero le rodeó con su brazo en ademán de protección. «¿Pero me le quitará?... Diga si me le quería quitar... Fuera bromas. Lo que usted me diga lo creeré». Muchas gracias, amiga mía... Me toma por ladrona de chiquillos. No sabía yo que soy bruja... No; es que... verá. Yo pensaba que me lo iban a quitar, por lo mala que he sido.
Los inspectores les vigilaban yendo de un lado a otro, tomando parte en sus conversaciones, fomentando sus bromas y sus risas, y evitando con su presencia los excesos, sin disminuir con ella la alegría y la expansión.
Las mantenedoras de este torneo eran Rita y Manolita, las dos mayores; en cuanto a Nucha y Carmen, se encerraban en los términos de una cordialidad mesurada, presenciando y riendo las bromas, pero sin tomar parte activa en ellas, con la diferencia de que en el rostro de Carmen, la más joven, se notaba una melancolía perenne, una preocupación dominante, y en el de Nucha se advertía tan sólo gravedad natural, no exenta de placidez.
Gustavo Núñez la mantenía en perpetua risa con sus bromas picantes y excéntricas. El lindo hotel de la Castellana se convirtió en centro bullicioso de placer. Elena se entregaba a él más que con pasión con verdadera rabia. Naturalmente, no había mujer más mimada, más agasajada de sus amigos.
¡Dios mío! señorita le dije, me atrevo á esperar que excusará usted una broma escapada al correr de la conversación... ¡Una broma! exclamó la señorita de Porhoet. La materia en efecto se presta mucho á la broma. ¿Y cómo llaman, señor, en este siglo las bromas que se dirigen valientemente á una mujer anciana y sin protección y que no se dirigirían seguramente á un hombre?
¿Yo mujer de un albéitar?... Isidora, mira que te cojo... y ni tu tío el Canónigo te saca de mis manos. Basta de bromas. ¡Vaya, que te tomas unas libertades!... Nuestros gustos son diferentes. Su gusto de usted, señora, se amoldará al gusto mío. Eso se lo enseñará a usted mi secretario, que es una vara de fresno. ¡A mí tú! exclamó ella con brío, deteniéndose y mirándole.
Sintiéndose morir, llamó a Valeria y le habló de este modo: No te hagas ilusiones dijo sonriendo con una serenidad que daba miedo; esto se acabó. Quiso su amiga interrumpirla gastando bromas y fingiendo esperanzas, mas ella continuó: Óyeme bien.
» Hable usted, tío. » ¿Conoces a Julio Raymond? » ¿Quién? ¿Ese joven que es procurador de usted? » Sí, el mismo. ¿Qué te parece? » Me parece muy simpático... aun cuando procurador. » ¡Vaya! déjate de bromas. ¿Te repugnaría ese joven? » Para que a una mujer le cause repugnancia un hombre, tiene que amar a otro, y como yo no me encuentro en ese caso, todos me son igualmente indiferentes.
Todos los compañeros, influidos por esa adulación instintiva en los cobardes, celebraban alborozados las bromas que Tono se permitía con él.
Mario, a quien molestaban muchísimo las bromas cínicas de D. Laureano, hizo un esfuerzo penoso para sonreír y no contestó. La verdad es, querido Costa, que en nuestra corta y miserable existencia sólo hay un punto luminoso, un oasis ameno, la mujer.
Palabra del Dia
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