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Actualizado: 9 de mayo de 2025
Y cuando él se preparaba a volverse a su casa, si alguno de aquellos señores tenía la bondad de acompañarle ¡oh colmo de las bromas pesadas y ofensivas! habían dado con él en medio de la catedral, donde no había puesto los pies hacía muchos años. Había protestado, había querido marcharse, pero no le dejaron, y él tampoco se atrevía a buscar solo su casa; y en la calle hacía frío».
«Corriente, pero aquello de disgustarse de todo era poco divertido. ¿Qué iba él a hacer mano sobre mano un verano entero sin baños, ni bromas en las aguas de Termasaltas?». «Y quedaba el rabo por desollar. La cuestión de salvarse o no salvarse. Aquello era serio.
Araceli añadió respirando con fuerza , esta noche no estoy para bromas. ¿Crees que soy Currito Báez? Lord Gray repuse tampoco yo estoy para bromas. Todavía dijo con amargo desdén no he gustado el placer de matar a un deshacedor de agravios propios y amparador de doncellas ajenas. Maldito sea yo, si no es noble y nuevo lo que inflama mi espíritu en este instante.
Luego tornaba melancólica al recatado Camón, y allí se despojaba de aquellas galas, diciendo con pena: «No tengo gusto para nada, no está mi espíritu para estas bromas».
Por eso le busco a usted, que es quien ha de convencerla. Yo no me atrevo..., las mujeres... En fin, usted, antes que tío es usted hombre de talento y comprenderá mi situación. Yo me permití galantearla, cortejarla, cuatro bromas: ¡como es tan guapa! No me hizo caso; total, nada, una niñería..., y es posible que ella tenga reparo de tratar conmigo.
Qué odiosas son esas bromas me dije. Pero de mí nadie se burlará; sabré esconderme y sabré ocultar lo que siento. A nadie interesa lo que pasa dentro de mí; y bien se me puede considerar como una muchacha fría y sin corazón, con tal de que sepa yo que este corazón palpita lleno de ardor y de amor por la humanidad.
Conservaba la misma gravedad con que acompañaba las bromas a que era aficionado y las palabras gruesas que matizaban su conversación, pero decía con voz algo trémula: Tu abuela era una gran señora, un alma de ángel, una artista. Yo parecía un bárbaro a su lado... Era de nuestra familia, pero vino de Méjico para casarse conmigo.
¡Jacinta! ¿Qué me cuentas?... Estas cosas no son para bromas dijo Santa Cruz con tal alborozo, que su mujer tuvo que meterle en cintura. Eh, formalidad. Si te destapas me callo. Tú bromeas... Pues si fuera eso verdad, no lo habrías cantado poco... ¡con las ganitas que tú tienes! Ya se lo habrías dicho hasta a los sordos. Pero di, ¿y mamá lo sabe? No, no lo sabe nadie todavía.
Si viniera don Gil con nosotros, no se incomodaría usted. Vaya, ya empieza usted con sus bromas, don Javier. ¿Y cuándo se casa usted doña Leoncia? ¿Yo casarme? ¿Yo? dijo doña Leoncia con mal disimulada satisfacción. Pues sepa usted que se lleva un buen mozo. Don Gil es hombre que hará carrera ... está en buena edad....
Confieso, con todo, que las bromas y fiestas de aquí, que los chistes groseros y que el regocijo estruendoso me cansan.
Palabra del Dia
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