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Actualizado: 11 de junio de 2025
He visto a cuatro alemanes que asían a Dubreuil, el gordo, amigo de los aliados; le han tendido en el banco de piedra que hay a la puerta de su casa, y uno de aquéllos, un hombre alto y delgado, le ha dado no sé cuántos estacazos en las costillas. ¡Je, je, je! ¡Cómo gritaría el muy bribón! Apuesto a que ha negado algo a sus excelentes amigos; por ejemplo, el vino que tiene del año once.
Y á propósito, ya que de la muerte de Nuestro Señor nos hablas, juro que no puedo pensar en ello sin desear que aquel bribón de Judas Iscariote, que por la cuenta debió de ser francés, hubiese venido por estas tierras, para tener el gusto de pegarle cien flechazos, desde los pies hasta la coronilla. Y no fueron menos canallas los que crucificaron á Jesús.
Lo del banquero, lo sabía; es decir, sabía que era un bribón y que se había largado de la noche a la mañana temiendo que le desollaran vivo en la Puerta del Sol; pero ¿qué me importaba a mí si era casado o soltero, ni cómo recordar el título con que se pavoneaba últimamente, si es que alguna vez le oí pronunciar, que lo dudo? En cuanto a lo del señor de Guzmán, ¿cómo sospecharlo siquiera?
Y por último el inglés Dechard, de cara estrecha y larga, cabello cortado al rape y bronceado color. Tenía muy arrogante presencia, ancho de hombros, delgada la cintura. «Buena espada, pero un bribón de marca,» me dije al verlo. Le hablé en inglés, con ligero acento extranjero y vi asomar a sus labios una sonrisa, que reprimió en seguida.
¡Obscura está la maldita noche! exclamó una voz penetrante. Era Ruperto Henzar, que un momento después se halló frente a mis compañeros. Inmediatamente sonaron varios tiros y me adelanté seguido de Sarto y Tarlein. ¡Mata, mata! aullaba Ruperto, y un gemido me anunció que el bribón daba el ejemplo a su gente. ¡Estoy perdido, Ruperto! exclamó al caer uno de los que le seguían.
Es un macho viejo muy bribón y vivaracho todavía, aun cuando tiene ya señalada la herradura en el pecho y algunas plumas blancas esparcidas por el cuerpo. De joven recibió en un ala un perdigón de plomo, y como esto le ha hecho ser un poco pesado, mira dos veces antes de volar, mide bien el tiempo y sale del apuro. Con frecuencia me llevaba consigo hasta la entrada del bosque.
No, maestro Durand; al contrario, es que piden municiones allá arriba, porque acaban de enviar la última granada; y no crea usted, la corbeta inglesa ha quedado rasa como un pontón, pero sigue haciendo un fuego de mil demonios... ¡Ah! Mire, una bala se me ha llevado un dedo. Vea usted, maestro Durand... ¿Y quieres que yo pierda el tiempo en mirar tu rasguño, bribón, perro?
Estoy segura de que si enviásemos allá abajo un hombrecillo que yo conozco, un verdadero bribón de París, pálido como una manzana que no ha madurado, mimado por los otros criados, celoso de aquellos a quienes sirve, envidioso del lujo que le rodea, vicioso como un sumiller, al cabo de quince días se habría hecho cargo del porvenir que se le ofrecía. Tal vez. ¿Pero y si erraba el golpe?
«Ocurra lo que ocurra, añadió para sí misma, ese bribón verá en mí a una inocente y no a su cómplice.» Mantoux sirvió a la mesa, no sin haber tomado una buena lección de su protectora le Tas. Los invitados eran cuatro: había otros tantos criados para cambiar los platos, y el cerrajero no tenía más que mirar lo que hacían los otros.
El niño que no piensa en lo que sucede a su alrededor, y se contenta con vivir, sin saber si vive honradamente, es como un hombre que vive del trabajo de un bribón, y está en camino de ser bribón.
Palabra del Dia
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