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Aquel paraíso terrestre estaba cerrado por un seto de cactus y de áloes, formidable defensa si se cuida de ella, pero la infranqueable barrera había caído en tres o cuatro sitios y la delicada librea de Mantoux podía saltar sin peligro al recinto prohibido. El 26 de septiembre, hacia las cuatro de la tarde, aquel melancólico bribón pensaba en su desgracia franqueando la valla.

¡Este vejestorio está insultando al pueblo! ¡Es un carcunda rabioso! ¡Vaya una vergüenza que así se insulte al pueblo! ¿Por qué no matáis a ese bribón? ¡Matarlo, ; matarlo! ¡Matarlo! ¡Matarlo!...

Está loca, Marta; ¿acaso tenéis la culpa de que ese bribón de Federico haya tenido la idea de reaparecer de repente? Vamos, vamos, reíos de la injusticia de la condesa y volved a vuestro cuarto. No me atrevo dijo la viuda con verdadero miedo ; me haría echar a la calle por los sirvientes. Mathys la tomó la mano y la arrastró, diciendo con gran agitación: ¿Echaros a la calle?

No. Cada vez que recordaba las amenazas y menosprecios de ese joven rufián, su arrogancia y su estallido final de pasión criminal, que tan cerca había estado de terminar con la vida de mi bien amada, mi sangre hervía de ira y se encendía mi cólera. El bribón había escapado, pero dentro de mi ser juraba que no quedaría impune.

No supe qué palabras emitir. ¡Ese joven caballerizo, ese bribón, hijo del respetable y anciano marino que pasaba las tardes de sus plácidos días sentado a la puerta de su casa de las Encrucijadas, era, en efecto, el esposo de la hija del millonario!

Porque ¿que sabía él lo que era Damián?... Un pícaro probablemente, un bribón como todos, puesto que, a juzgar por lo que de mismo sentía él, sólo pueden admitirse dos clases de hombres: los ahorcados y los que merecen serlo. Rióse al cabo de sus locas imaginaciones, y vestido ya del todo, pidió un sombrero, unos guantes, un paraguas... ¿El señor marqués almorzará en casa?... No.

¡Lástima de pícaro! decía al pie del patíbulo don Rodrigo a su alguacil . ¿No es verdad, Güerequeque, que siempre sostuve que este bellaco había de acabar muy alto? Con perdón de usiría contestó el interpelado , que ese palo es de poca altura para el merecimiento del bribón. CRÓNICA DE LA

Así lo aseguró, con sardónica sonrisa, Henzar, su embajador, apuesto mozo, tan bribón como bien parecido, de quien se decía que andaban enamoradas muchas y muy principales damas. Vamos, que mi hermano Miguel con escarlatina debe de estar más parecido a que de ordinario, a lo menos por el color dije. ¿Sufre mucho? No tanto que no pueda atender a sus asuntos, señor.

DEMANDADO. No hay arreglo que valga; antes al contrario, estoy resuelto á pedir que se escriba el juicio, y á acudir con mi causa adonde haya lugar. ALCALDE. ¿Qué dice á esto el señor don Silvestre? DON SILVESTRE. Que se me está acabando la paciencia y temo que voy á echar por la ventana á ese bribón. MERLÍN. Que coste ese nuevo ultraje. MERLÍN. Que no se me falte, eso es lo que digo.

El arca de hierro donde está el dinero de don Juan la tiene el mayordomo mayor del rey, y me será entregada, según me han dicho, para que yo responda de ella á su dueño. Además, ese bribón de sargento mayor que había llegado á inquietarme, ha muerto.