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Actualizado: 11 de mayo de 2025
Lo único que siento es que ese bribón haya cometido con usted ese terrible y ultrajante atentado. Pero ha sido una felicidad que la haya seguido, aun cuando creo que debo disculparme por haber asumido el carácter de espía. Me ha salvado la vida contestó en un murmullo, al estrecharme la mano con afecto como dándome las gracias.
Mabel le dije, sin poner atención en las palabras del rufián, pero retrocediendo para permitirle que pasara, póngase su saco, hágame el favor. Afuera me espera una volanta. El bribón intentó hacer un movimiento para impedirle salir de la habitación, pero en el acto mi mano cayó pesadamente sobre su hombro, y en mi cara leyó mi determinación.
¡Maldito bribón! dijo, retirando su dedo con mayor ternura y cuidado de los que se podrían sospechar de él. Y al salir, mantenía el dedo algo separado de los demás, examinándolo con extraña atención. Este examen provocó la misma original observación respecto del angelito. En efecto, parecía regocijarse al repetirlo.
Le ruego que no discutamos eso. Debe pasar inadvertido. ¿Por qué? Porque, si yo tratara de hacerlo castigar, él podría declarar algo... algo que deseo que permanezca siendo un secreto. Yo sabía eso, y recordé cada palabra de aquella acalorada conversación nocturna. El bribón conocía algún secreto suyo, el cual temía ella que fuera revelado, pues debía ser deprimente y perjudicial.
Me pregunté alarmado qué nueva maldad meditaba aquel bribón. Le oí reírse con sorna, como solía, y le vi volver de cara al muro, dar un paso hacia mí, y luego, con gran sorpresa por mi parte, empezó a bajar por al muro mismo. Comprendí que en éste había peldaños, ya cortados en la piedra, ya clavados de trecho en trecho entre los sillares.
Cuando se dice, por ejemplo, el hombre de bien está arrinconado y desatendido y vive pobremente, y tal bribón habita en un palacio y da fiestas espléndidas; la mujer honrada anda a pie por esas calles, llenándose de lodo, y tal manceba va con sedas, encajes y joyas, en un soberbio coche; cuando esto se dice, repito, yo no puedo menos de reírme en vez de conmoverme.
Y en el españolismo añadió el general en tono de ironía . Y la señorita ilustrada, nutrida de novelas y de poesías lloronas, se unió con aquel gran bribón, casado ya dos veces, como después lo supimos.
Nada contesta: soy yo, a quien no conoce; no quería irme a mi casa sin darle a usted las buenas noches. ¡Bribón! ¡insolente! Si bajo... A ver cómo baja usted, baje usted: usted perdería más: figúrese usted dónde estaré yo cuando usted llegue a la calle. Conque buenas noches: sosiéguese usted, y que usted descanse.
Comunicó Setoc el negocio con Zadig de quien habia hecho su consejero. ¿Qué condicion tiene vuestro deudor? le dixo Zadig. La condicion de un bribon, replicó Setoc. Lo que yo pregunto es si es vivo ó flemático, imprudente ó discreto. De quantos malos pagadores conozco, dixo Setoc, es el mas vivo. Está bien, repuso Zadig, permitidme que abogue yo en vuestra demanda ante el juez.
Usted padeció alguna vez de melancolía, D. Santos. ¿De tristeza? Nunca. Yo siempre de buen humor. Tan sólo hace un año, que me comió un bribón ocho mil y pico de duros, tomé un berrenchín que me duró dos días. ¡Qué feo está el sol ahora, visto por entre las ramas de los árboles! ¿Quiere usted que nos volvamos a casa? No, lléveme usted hacia el río.
Palabra del Dia
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