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Menos me repugna bruto y celoso que enamorado. Mi tía Encamación dice que es el papamoscas de Burgos injertado en el bobo de Coria. No tiene más que la figura, que es medianilla, aunque ha engordado demasiado. ¿Has visto aquella cara apelmazada, que parece hecha en barro a puñetazos? JOAQUÍN. Pues pocos habrá de más pretensiones.

¿Pero me tienes por bobo?... ¡Ay! Nelilla, estoy rabiando. Yo no puedo vivir así, yo me muero en las minas. ¡Córcholis! Paso las noches llorando, y me muerdo las manos, y... no te asustes, Nela, ni me creas malo por lo que voy a decirte: a ti sola te lo digo. ¿Qué? Que no quiero a mi madre ni a mi padre como los debiera querer. Ea, pues si haces eso, no te vuelvo a dar un real.

899 Cargaba bien una taba, porque la manejar; no era manco en el billar, y por fin de lo que esplico, digo que hasta con pichicos era capaz de jugar. 900 Es un vicio de mal fin el de jugar, no lo niego; todo el que vive del juego anda a la pesca de un bobo, y es sabido que es un robo ponerse a jugarle a un ciego.

Mis intenciones siempre las enderezo a buenos fines, que son de hacer bien a todos y mal a ninguno; si el que esto entiende, si el que esto obra, si el que desto trata merece ser llamado bobo, díganlo vuestras grandezas, duque y duquesa excelentes.

Por lo menos a éste le gustaban mucho y los mandaba colocar en un pasillo del salón de Reinos del palacio del Retiro, cerca de la puerta por donde salía a tomar los coches. No todos estos cuadros son de la misma época: el bobo de Coria, el niño de Vallecas, don Sebastián de Morra y el Primo pertenecen al segando estilo: el enano don Antonio el inglés y don Juan de Austria al último.

Partió el vagón, alejáronse los curiosos, y Zaratustra arreó de nuevo a la mula, mientras el Bobo y el borracho callaban, anonadados por el accidente. , Isidrillo dijo al joven , ya que escribes en los papeles y conoces personajes, veas si puedes arreglarme esto.

Aderezábanlas y dilatábanlas con dos ó tres entremeses, ya de Negra, ya de Rufián, ya de Bobo, ya de Vizcaíno, que todas estas cuatro figuras, y otras muchas hacía el tal Lope, con la mayor excelencia y propiedad que pudiera imaginarse. No había en aquel tiempo tramoyas, ni desafíos de moros y cristianos, á pie ni á caballo.

No, tía, no dijo Quilito arrojándose en la cama de nuevo, no se empeñe usted... ¡es inútil, es imposible! ¡Cuánto le agradezco todo, tiíta de mi alma! No seas bobo; desesperarse así no es cosa de hombres; ya verás, poco importa que no me digas la suma redonda... yo te he de traer lo suficiente.

Eres pobre... ¡cierto! pues estoy segura de que Gabrielita te preferiría a cualquier villaverdino, así la pretendiera Ricardo Tejeda, tu amigote, o el hijo de don Basilio, ese muchacho que es un bobo, que no sirve más que para contar a todo el mundo cuánto vale el traje que lleva, y cuánto el caballo en que montará dentro de pocos días. ¿No es verdad, Angelina? ¿No es verdad que para Rorró, sólo Gabriela?

7 Un bobo hace ciento, con loa. 8 La gitanilla de Madrid. 9 Amparar al enemigo. 1 El Austria en Jerusalén, de D. Francisco de Bances Candamo. 2 El sol obediente al hombre, de D. García Aznar Vélez. 3 El duelo contra su dama, de D. Francisco de Bances Candamo. 4 Qué es la ciencia del reinar, de D. García Aznar Vélez. 5 Venir el Amor al mundo, de D. Melchor Fernández de León.