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Actualizado: 11 de septiembre de 2025


Alicia de Blandieres me hace llamar, probablemente para dirigir el cotillón con ella. Yo me niego. ¿Quiere usted permitirme que pase a su lado el final de la noche? ¡Eso no estará bien hecho! ¿no recuerda usted que dijo a Alicia, cuando lo invitó, que no podría asistir al cotillón?

Y como Max Platel constituye el atractivo de la playa, por el momento a lo menos, sería preciso ser muy ignorante o muy culpable para no servirlo con el , los muffins y los bombones a la violeta. ¿Por qué esa correlación? preguntó Alicia de Blandieres. ¿Acaso Max Platel es un literato a la violeta? ¿Max Platel?... es un amigo excelente interrumpió María Teresa.

Alicia no va a dejar escapar la ocasión de mostrar a sus amigas en este invierno, el más hermoso ejemplar de los nuevos flirts que han aparecido en este verano. Digo esto, pues en mi concepto, sabes, se contentará con el flirt. Huberto Martholl no me hace el efecto de un señor decidido a casarse con una joven sin fortuna, y dudo mucho que las de Blandieres tengan ni sombra de dote.

La aparición de Martholl la distrajo de estas reflexiones. Estaba de muy mal humor porque al ayudar a Alicia de Blandieres a subir a la balsa, desde donde quería tirarse, se había roto una uña. Su preocupación por este incidente le impedía desplegar su amabilidad habitual y su excitación no se había calmado aún, cuando la señora Aubry hizo señas a su hija para que saliera del agua.

La señora de Blandieres lleva gran tren, es cierto; pero todo se va en cebos. Martholl se mantiene en guardia; por eso Juana y Alicia lo han dejado frío. Es una mariposa que elige las flores doradas; cuando, además, son frescas y lindas como mi querida primita, no vacila, se posa. Las dos jóvenes habían llegado cerca de la casa.

, me perdonará, pues no hemos tenido siquiera un flirt; a su alrededor hay siempre más de un comparsa perfectamente dispuesto a desempeñar el primer papel. Sin embargo, si me guardase rencor, no ocultaré que no sentiría ningún pesar; la señorita Alicia de Blandieres me es completamente indiferente. María Teresa cambió el curso de la conversación. Voy a prevenir a mamá que usted está aquí.

Así es que no me sorprendería encontrar uno de estos días, en el gran mundo, a mi zapatero, a mi sastre y hasta a nuestros proveedores de caballos. ¡No diga usted semejante cosa! exclamó con indignación muy noble la señora de Blandieres, protestando en nombre de todas las señoras que, como ella, hacían profesión de tener salón abierto.

Pero Diana tenía razón; Juan no era el joven sociable y seductor que Alicia de Blandieres hubiera querido que le fuese presentado, a la noche, en el Casino. Alicia no habría mirado con buenos ojos a aquel caballero poco elegante, poco versado en la ciencia de las actitudes, e ignorante de la moda que rige, como soberana, los movimientos de los saludos y de los shakehands.

Yo lo creía a usted en la granja, Dutot, prisionero de Alicia. ¿Ha sido abandonado el paseo? Puesto que usted es tan amable que quiere interesarse por mis acciones, señorita, voy a confesarlo todo. Creo que las señoritas de Blandieres, los d'Ornay y sus amigos han pasado la tarde bajo los manzanos; pero, en verdad, no nada. Diré que me preocupo muy poco de ello.

De pie, apoyado contra los postigos entreabiertos, veía evolucionar a Alicia y Juana de Blandieres, bulliciosas y juguetonas, a la linda Mabel con Platel, y a Diana, cuyos cabellos negros se inclinaban complacientemente hacia James Milk.

Palabra del Dia

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