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Actualizado: 24 de junio de 2025


Don Benito trataba de tranquilizarla; mi tío Ramón, sumiso siempre, la miraba guardando un respetuoso silencio; la idea de una apoplegía le había cruzado la mente; pero, ya fuera por temor, ya por moderación, se guardaba bien de aconsejar a su mujer la moderación, el reposo y sobre todo, los purgantes que el desconocido doctor Brown le había instituido como tratamiento hacía ya muchos años.

De modo que, cuando regresaba de lo de don Eleazar, encontraba en don Benito Cristal un verdadero amigo, con quien me desahogaba contra mi mala suerte y lamentaba el tiempo que mis tíos me habían hecho perder. Don Benito era un carácter. En la arrogancia de su porte se reflejaba toda la entereza de su alma.

D. Benito le volvió a la realidad. Vamos a ver, señor mío, desembuche usted.... «Solos estamos los dos, solos delante del cielo...». ¡Je, je!...

Las mujeres que trabajaban a las puertas de sus casas los miraban con curiosidad tocada de admiración. ¿Quién es el señorito que va con don Melchor? Mujer, ¿no le conoces? El sobrino; el señorito Gonzalo, que llegó ayer en la Bella-Paula. ¡Vaya un real mozo! Como su padre don Marcos, que en paz descanse. Y como su abuelo don Benito añadió una vieja. ¡Qué familia tan noble y campechana!

BENITO. Ahora yo conozco bien a Tontonelo, y que vos y él sois unos grandísimos bellacos; y mirá que os mando que mandéis a Tontonelo no tenga atrevimiento de enviar estos hombres de armas, que le haré dar docientos azotes en las espaldas, que se vean unos a otros. CHANFALLA. Digo, señor alcalde, que no los envía Tontonelo.

Estas disposiciones fueron inclusas luego en una bula que espidió Benito en la ciudad de Valencia el dia 11 de Mayo de 1415. La suma de todas ellas se contiene en los capítulos siguientes, segun se leen en la biblioteca de los rabinos españoles, dispuesta i ordenada por don José Rodriguez de Castro.

-Peor será esto que los molinos de viento -dijo Sancho-. Mire, señor, que aquéllos son frailes de San Benito, y el coche debe de ser de alguna gente pasajera. Mire que digo que mire bien lo que hace, no sea el diablo que le engañe. -Ya te he dicho, Sancho -respondió don Quijote-, que sabes poco de achaque de aventuras; lo que yo digo es verdad, y ahora lo verás.

Pero muy sencillamente: cenando nosotros en el Café Anglais y mi correntino durmiendo en la comisaría. ¡Ja! ¡ja! y todos a una reían de la espiritual aventura de Montifiori. ¿Y qué es de tu mamá, Blanca? no la veo le preguntó a su hija. Ahí anda, con don Benito... contestole su hija haciendo un gracioso movimiento de cabeza. ¡Joven y linda como la hija!

Aquel dinero le quemaba los dedos, pensaba él, o debía quemárselos. La verdad era que la operación material de contar el dinero la hizo con bastante tranquilidad, muy atento sólo a no equivocarse, como solía; porque el reducir aquello a miles de reales, le parecía cálculo superior a sus fuerzas ordinarias. D. Benito le dejaba hacer, estupefacto, o tal vez por el gusto de amateur.

Los independientes siguieron en dirección á las lomas, quemando todas las casas que encontraban á su paso, entre ellas el pequeño poblado de Benito, donde después de emborracharse en las tres cantinas que allí existían, les hicieron correr la misma suerte que al resto de las casas.

Palabra del Dia

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