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Actualizado: 24 de junio de 2025


Siempre está con Benito arriba, Benito abajo... Diógenes gritó desde su asiento: Pero, Villamelón..., quiero decir, ¡majadero!... ¡Si no se llama Benito!... ¡Ay! Es verdad, que era... ¿Cómo era?... Jacobo. ¡Eso es, Jacobo!... Pues dispensa, Jacobo; pero tengo una memoria infelicísima, y lo peor es que cada día se me va debilitando...

A la derecha se encuentra la casa donde se fabrican las pocas pesetas buenas que hay en España. A la izquierda está la que proporciona las pocas novelas bellas; la casa de D. Benito Pérez Galdós. Todos los españoles saben lo primero: muy pocos somos los que tenemos noticia de lo segundo.

Estando en estas razones, asomaron por el camino dos frailes de la orden de San Benito, caballeros sobre dos dromedarios: que no eran más pequeñas dos mulas en que venían. Traían sus antojos de camino y sus quitasoles. Detrás dellos venía un coche, con cuatro o cinco de a caballo que le acompañaban y dos mozos de mulas a pie.

Con esta brusca interrupción del marino se hizo el silencio. Catalina puso un gesto triste, como si temiese que se reprodujeran ante Febrer las ruidosas escenas que había presenciado muchas veces al discutir los dos hermanos. Don Benito levantó los hombros y habló sólo para Jaime. Su hermano estaba loco: un corazón de oro, pero loco, rematadamente loco.

Puesto en silencio i junto el congreso, dirigió á los judíos un breve razonamiento Benito XIII , i luego comenzó Gerónimo de Santa Fe una arenga, en la cual con vivas i elegantes razones demostró ser cumplidas las profecias, i haber venido al mundo el Mesías, esperado aun por los judíos.

¿Y si otro da más? ¿Y quién ha de ser ése? ¿Somos acaso bandidos? Todo el pueblo sabe quién es el verdadero amo de la barca abandonada, y nadie tiene tan mal corazón que intente perjudicarle. Aquí hay mucha honradez. POR DON BENITO P

Siguió caminando un rato en silencio, y por fin, sacando unos papeles del bolsillo, se los entregó diciendo con voz sorda: Si perezco, déle usted esto al señor Benito. Dos lágrimas asomaron a sus ojos al mismo tiempo. ¿El señor Benito el Rato? preguntó Peña. Don Rudesindo no le oyó. Se había escapado ya por la carretera adelante para ocultar su emoción.

Mi costumbre de no bromear nunca, me obliga a confesar que soy tonto. No lo que sucede... Pero, amigo, ¿qué; no sabe usted que su patrón ha quebrado? me preguntó. ¿Quebrado? ¡No puede ser, imposible! ¿Quién se lo ha dicho? ¡Pero si es voz pública! me replicó don Benito, no se habla de otra cosa en la ciudad.

La contempló primero sobre el elegante alminar árabe donde tremoló el pendon real de S. Fernando, y luego en la torre reedificada, desde fines del siglo XVI. Seguiria á la nueva capilla de S. Bartolomé la célebre de S. Pablo, propia de la familia de los Godois, si fuese cierta la aseveracion de un cronista que entre los caballeros y ricos-hombres que salieron de Córdoba con el infante D. Juan á recibir á D. Sancho en 1284 reconociéndole por su rey y señor, muerto D. Alfonso el sabio, nombra al maestre de Santiago D. Pedro Muñiz de Godoy, añadiendo que poco despues murió y fué sepultado en su capilla del apóstol S. Pablo en la santa iglesia catedral . Con las capillas de S. Nicolás , de S. Benito , de S. Vicente , de nuestra Señora de las Nieves y de S. Gil , fundacion la primera de un devoto arcediano de Córdoba que la situó á levante, en el décimoquinto tramo de la última nave principal, y erigida la de nuestra Señora de las Nieves por un chantre y dos particulares de quienes no hallamos mencion particular, los cuales eligieron el octavo tramo de la primera nave principal al poniente, termina el siglo XIII su casi insignificante tarea en la mezquita de Córdoba, donde por no innovar demasiado, ó por no considerarse seguro el arte occidental en una ciudad espuesta todavía á volver á caer bajo el yugo de los infieles, no realiza la arquitectura ojival ninguna de aquellas portentosas creaciones que lega en Francia S. Luis á la admiracion de las edades futuras, y que el mismo S. Fernando emprende en Burgos y Toledo.

Ella, con su sencillez columbina, no reparaba en esto, y se apresuró a preguntar con ingenuidad adorable: ¿Hiciste mi encargo? ¿Qué encargo?... ¡Pues me gusta!... ¿No te dije que fueses a ver a Jacobo Téllez?... ¿A Jacobo Téllez?... ¿Y quién es Jacobo Téllez? Pues, hombre, Jacobo Sabadell, el marido de mi prima Elvira. ¡Ah, ya!... Si yo creía que se llamaba Benito...

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