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Actualizado: 12 de julio de 2025


En fin, no faltó quien recordase la presencia de una beldad desconocida, que mantenía a Pablo cautivo de sus hechizos... Alguien pensó en hacer intervenir la policía... Pero los antecedentes y la conducta del duque se impusieron. El palacio permaneció cerrado y silencioso, hasta para los más allegados parientes.

Las mujeres que encontraba por aquellos países no le distrajeron, porque eran la mayor parte toscas aldeanas curtidas del sol, y si tropezó con alguna beldad éuskara, esta, en vez de sonreír al oficial amadeísta, le echó mil maldiciones. Además, Baltasar, frío y concentrado, no era de los que toman por asalto un corazón en un par de horas.

Después de varias tentativas infructuosas se traslada á otra habitación de Palacio, en la cual cree ver una forma que, en cuanto las tinieblas lo permiten, se le antoja ser Doña Violante, y en este momento se presentan criados con antorchas, y el Príncipe, en vez de encontrarse en presencia de su codiciada beldad, contempla ante , ahogado y cadáver, á su cómplice Mons de Monteni.

Su cabeza, echada atrás con arrogancia, y destocada, lucía copiosa y rubia cabellera, que flotaba en rizos graciosos a merced de la brisa; sus piernas y sus brazos desnudos, contraída entonces la musculatura por la energía de la actitud, daban envidia a los de Hércules mancebo. Todo en Mutileder era beldad, elegancia, brío y donosura.

Ven á mis manos, armoniosa lira: Quiero cantar la gracia y la belleza, Que el entusiasmo que arde en mi cabeza Manda que cante á la beldad que inspira. No encuentro nombre que darle Y mi ardiente fantasía No tiene la poesía Que esa imágen tiene en . Cantaré sus perfecciones Mucho mas bellas al verlas, Mas si quereis comprenderlas A contemplarlas venid.

Lágrimas mías: ¿por dónde estáis que no corréis a mares?, como cantó el poeta. Unos amores desdichados, . Pero no quiero mentarlos. ¿Cúya es la culpa? ¿De ella? Jamás, jamás, jamás. La culpa es mía. Me enamoré de una beldad tan alta como la blanca Beatriz. Merecida es mi pena, y yo la acepto con júbilo infinito.

Olimpia era la menor de las hijas de Samaniego, y hubiera causado gran admiración en la época en que era de moda ser tísico, o al menos parecerlo. Delgada, espiritual, ojerosa, con un corte de cara fino y de expresión romántica, la niña aquella habría sido perfecta beldad cincuenta años ha, en tiempo de los tirabuzones y de los talles de sílfide.

Las precauciones humanas, sin embargo, son insuficientes para detener el cumplimiento del oráculo. Menón, el victorioso general de Nino, llega, en una expedición guerrera, á la caverna que guarda á beldad tan extraordinaria, y la contempla á la luz del día, sin hacer caso alguno de la voz amiga, que intenta disuadirlo de su propósito.

Pero las flores, muchísimo menos amorosas Que esas santas llamadas las madres de los hombres, De la gentil chiquilla y su beldad celosas Acordaron matarla, señor, aunque te asombres. Que a veces la flor mata, como matan las leyes, Así sean las víctimas diosas o hijas de reyes, Así el verdugo luego grite arrepentimiento.

Una claridad interior iluminaba su mente, beatificándola; y parecía que, trasminando a lo exterior, irradiaba en su semblante y prestaba a su hermosísimo cuerpo mayor beldad que nunca. Así como los campos se cubren de lozanía al llegar la primavera, así como el cielo se tiñe de púrpura y oro cuando el sol va a salir, así doña Luz se mostraba entonces más gallarda y refulgente.

Palabra del Dia

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