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Actualizado: 12 de julio de 2025
El marqués comprendió instantáneamente cómo ella se daba cuenta de todo... todo lo sabía, y ese mirar desesperado, ardiente, suplicante, imperativo, lo conjuraba, lo exhortaba y le mandaba vivir y conservarse para ella. En momento alguno su sombría beldad tuvo poderes tales de fascinación. ¡Pedro se puso en el terreno, apuntó e hizo fuego!
Si topaba con alguna que fuese sola, se aventuraba a seguirla con su paso vacilante, sin malicia, sólo por rutina del oficio, como solía decir; y siempre que en sitio y ocasión de apreturas, como parada militar y procesión de Corpus, se hallaba en contacto inmediato con alguna beldad, el alma se le salía a los labios, toda acaramelada y jaleosa, para decir: «¡Cómo me gusta usted, señora!... ¡Vaya una real moza!... Dichoso el mortal que tal posee».
Entonces, envidioso de esta dicha aun desconocida para mí, celoso de un rival imaginario, frenético contra la beldad incógnita que podría amar a otro que yo, me entregué a todos los desvaríos del furor, cual si existiesen en verdad para mi daño una mujer infiel y un amante preferido.
Esa es dijo Tiburcio la señora doña Sol de Quiñones, íntima amiga y favorita de la Reina, y nieta de aquel famoso y enamorado D. Suero que sostuvo el Paso honroso en el puente de Órbigo. Ya ves que es muy bella. Su beldad, no obstante, queda eclipsada por su discreción, por su talento, por sus virtudes y por la ingenua candidez de su carácter.
Una diputación de niñas rebosando juventud, candor y beldad, se dirige hacia el lugar donde Facundo yace reclinado sobre su poncho.
Don Juan se presenta disfrazado de pintor, habiendo adoptado este traje para entrar con más libertad en las casas de los particulares, y descubrir más fácilmente al raptor de su esposa, con cuya sangre se propone lavar la mancha de su honor. Es presentado al príncipe Ursino, que le da la comisión de retratar una beldad, que ha conocido en una quinta, situada en una arboleda inmediata.
Hay sus razones para sospechar que Montalván confunde aquí varias cosas; á lo menos su narración no concuerda con las indicaciones que se hacen en las obras de Lope, alusivas á este período de su historia. Si intentamos coordinar las últimas, resultará que, después de haber roto Lope sus relaciones con Dorotea, consagró su amor á otra beldad.
De la virtud modesta de los lares Guarda el fuego sagrado en tus altares, De la familia cándida vestal; Que ese fuego que el casto hogar calienta Es la luz que nos guia en la tormenta De la vida, cual místico fanal. En los ardientes climas tropicales Con el rocío de una sola noche, La perfumada flor abre su broche Y al sol y al aire entrega su beldad.
Era la figura de Cristo, de medio cuerpo, de admirable beldad y de un trabajo delicadísimo y prolijo. Las barbas y los cabellos se podían contar.
Madrugadora, activa, acostumbrada a dar largos paseos, y a estar en casa empleada en algo útil, la ligereza y el brío de su cuerpo corrían parejas con su beldad y con su gracia. Cuando quería, bailaba como una sílfide; en el andar airoso, semejaba a la divina cazadora de Delos, y montaba a caballo como la reina de las amazonas.
Palabra del Dia
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