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¡Oh celebro vulgar! exclamó Belarmino, resignado y abatido . Tendré que explicarme con palabras vulgares, para que te penetres. Maremágnum, ello mismo lo dice, es el non plus ultra, lo mejor de lo mejor. Ecuménico es lo mismo que reunión de conformidad. Los beligerantes, los que están en contra. Leal, monta tanto como fiel. La romana es para pesar.

Acepto dijo con firmeza. Congratúlome exclamó el dominico, sin ocultar su satisfacción . Quedamos, pues, amigo mío, en que mañana, por la tarde, vendrá usted a nuestra residencia a tomarnos las medidas. ¿Eh? ¿Debo ir yo allí? preguntó, preocupado, Belarmino . ¿Qué dirán mis correligionarios? ¿Qué han de decir? Usted va como zapatero. Además, es lo más rápido y expeditivo.

Le advierto a usted, reverendo cortó Belarmino, cosquilleado por una comezón de simpatía hacia el ciclópeo dominico , que no entienden mis discursos, pero causo entusiasmo por el peso llamativo. Lo cual significaba por el fuego del sentimiento. Justamente por eso me lo explico. Y voy ahora directamente a mi propósito.

Pero en el aire quedaba flotando una verdad difusa y pesada: que Escobar había triunfado; que Belarmino hablaba un idioma inteligible para él y un tanto para Escobar, y que uno y otro eran personas de especie distinta y acaso de naturaleza superior. A oídos de Apolonio llegaron las nuevas de lo sucedido. La envidia es clarividente; pero mira con vidrios de aumento.

Belarmino quedó pensativo un punto. Que los filósofos hablaban una lengua especial, ya lo sabía él; pero le cabía la duda si cada filósofo hablaba una lengua distinta, inventada por él mismo, o si todos hablaban la misma. Si lo último, entonces los filósofos eran, evidentemente, seres privilegiados, que habían llegado a la verdad absoluta por medio de la revelación directa.

Trasladaré solamente algunas opiniones peregrinas. «Belarmino hubo de inventar su lenguaje porque carecía de instrucción, de lecturas. De haber leído desde la infancia variedad de autores clásicos, ¿cómo habría llegado a hablar y escribir Belarmino? Max Muller repite incontables veces, y lo prueba otras tantas, que pensamiento y lenguaje son idénticos.

Comenzaba a pasear la calle a Felicita y pasearía durante tres o cuatro horas. Xuantipa se retiró a preparar la cena. Belarmino, a solas, apoyó la frente en ambas manos, meditabundo. Así estuvo, sin moverse, largo espacio, hasta que volvieron el aprendiz y la niña. Obscurecía ya.

Belarmino respondió que había adquirido la picaza para enseñarle a que hablase del único modo que lo entienden el común de los hombres. Pero como Belarmino, para responder esto, no empleó el idioma que entienden el común de los hombres, el Padre Alesón le rogó que se explicase. Así lo hizo Belarmino. El padre Alesón creyó entonces entender.

Belarmino creyó estar soñando. ¿Era aquélla la voz de un ángel acatarrado? ¿No hay cristiano o alma humana en este recinto? volvió a hablar la voz de flautín, sonando siempre al nivel del cielo raso. Oyéronse a continuación unas palmadas retumbantes, como el tableteo de un trueno. Belarmino, ¿estás ahí? rugió Xuantipa, desde las habitaciones interiores.

Había nacido para más nobles y menos provechosos cuidados; bien claro se lo decía su demonio interior, el Inteleto: «Belarmino, vamos a discurrir cosas nunca oídasSu deber era abandonarlo todo, vivir de limosna, sufrir penalidades, dormir bajo los porches, alimentarse de hierbas, con tal de seguir la voz del Inteleto y dar con aquellas cosas nunca oídas que el geniecillo interior le prometía.