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Actualizado: 27 de mayo de 2025
Pero, ¿cómo se lo decía a la irritable Xuantipa, sin suscitar una escena ominosa, y en presencia del señor Colignon? Dos o tres pares dijo, al fin, Belarmino. ¿No sabes si son dos o tres? preguntó Xuantipa, irguiéndose rápida y enderezando las sierpes de sus ojos hacia el anonadado Belarmino. Lo tengo apuntado. ¿En dónde? A ver, a ver... exigió Xuantipa, alargando el brazo amenazador.
Además, presumía con fundamento que Martínez, un antiguo oficial suyo, trataba de instalar una tienda de calzado de fábrica en la misma calle. «¿Calzado de fábrica? pensó Belarmino, desviándose del camino recto ; buen calzado será ése que no está hecho a la medida. Como si una máquina pudiera hacer zapatos decentes. ¡Pazguatos!
Si cantase, el rayo único de su voz hubiera penetrado en el alma penumbrosa de Belarmino, como penetra un solo haz de los rayos del sol a través de la ojiva en una iglesia. Luego, serenóse el tiempo. Era la sazón otoñal, de color de miel y niebla aterciopelada y argentina, a manera de vello, con que la tierra estaba como un melocotón maduro.
Escolástico es el que sigue irracionalmente opiniones ajenas, como la cola de los irracionales sigue al cuerpo. Escorbútico vale tanto como pesimismo, y viene de cuervo, pájaro sombrío y de mal agüero. ¡Era mucho hombre aquel Belarmino! El cuchitril en donde Belarmino filosofaba y remendaba zapatos estaba bastante por debajo del nivel de la calle.
¡Bravo! ¡Bravo! gritaron el sastre, el periodista y el mercero, desternillándose de risa. Belarmino comenzó a exaltarse, ignorante ya de quienes le rodeaban. Nosotros estamos suscritos en este cuadrado. Por una cuota de dos pesetas mensuales comentó el mercero. Somos círculos que estamos suscritos en un cuadrado. ¡Ah! Inscritos aclaró el periodista.
Belarmino, casi desfallecido sobre el asiento, en arrobo, cara al cortinón, con los brazos abiertos, remedaba las imágenes de los santos que recibieron la gracia de los estigmas.
En el cuartito había unos veinte individuos; los más conspicuos del belarminismo y del antibelarminismo. Estaban entornadas las maderas del balcón, para que no se introdujese el ruido de la calle. Sentaron a Belarmino muy cerca de un gran cortinón de velludo, color oro viejo. Belarmino parecía sumido en completa insensibilidad, como amputado del mundo de las cosas vivas.
Belarmino y Apolonio han existido, y yo los he amado. No digo que hayan existido en carne mortal sobre el haz de la tierra; han existido por mí y para mí. Eso es todo. Existir, multiplicarse y amar.
Belarmino, cuando andaba suelto, era un hombre de cuidado, porque de cuando en vez le atacaban ramalazos de locura, y la locura es contagiosa, sobre todo la locura impía, que es la que a él le aquejaba.
Yo he dicho périto porque he querido dar a entender varias cosas con una sola palabra. Justamente, eso es lo que pretende Belarmino; dar a entender varias cosas con una sola palabra.
Palabra del Dia
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