United States or Eritrea ? Vote for the TOP Country of the Week !


La que contaba estas tristezas llamábase Basilisa; tenía a su padre baldadito, de andar en el río cogiendo anguilas, con el agua hasta los corvejones; a su hermana Cesárea bizmada, de los golpes que le dio su querido, un silbante, un golfo, un rata, «a quien tiene usted toda la noche jugando al mus en cas del Comadreja, Mediodía Chica. ¿Conoce la señora ese establecimiento?

Otras por caridad la siguieron empleando, aunque con menos frecuencia. Comenzó a pasar hambre y su hijo también. Un día fue despedida también de la única casa en que ya asistía. Basilisa le dijo la señora Usted no puede ya traer agua y fregar suelos. Se está usted matando y no consigue cumplir como es debido.

Desde que llegara del servicio, hacía ya cerca de un año, había mostrado tanto apego á los recuerdos de su vida militar, como horror y desprecio á las faenas agrícolas, en que por desgracia había vuelto á caer. Hasta afectaba haberlas olvidado y desconocer el nombre de algunos instrumentos de labranza. Por esto sufría encarnizada persecución de su abuela. ¡Terrible mujer la tía Basilisa!

Y al mismo tiempo la apretó el cuello con sus tiernos brazos y la cubrió el rostro de besos. ¿Por qué lloras, mamá? preguntó sorprendido al sentir en los labios el amargor de las lágrimas. ¿No tenes nada? Toma mi corneta... Y le ofreció una de plomo que le había costado a Basilisa dos cuartos.

Toribio le dijo, ¿por qué te entretienes aquí sacudiendo á esta morralla que no vale una castaña asada, cuando allá abajo el nieto de la tía Basilisa, más furioso que un jabalí, está volcando los mozos como si fuesen pucheros de barro?

El dormido vió que Freya vestía un justillo de mangas sueltas ajustadas á los brazos, con botones de filigrana de oro; que unas joyas algo bárbaras adornaban su pecho y sus orejas; que una falda de flores cubría el resto de su persona. Era un traje de labradora de otros siglos que él había visto pintado. ¿Dónde?... ¿dónde?... ¡Doña Constanza!... Freya era igual á la augusta basilisa de Bizancio.

Y la pobre joven, casada con «Vatacio el Herético» por un padre necesitado de alianzas, había vivido largos años en Oriente con toda la pompa de una basilisa, envuelta en vestiduras de rígidos bordados que representaban escenas de los libros santos, calzada con borceguíes de púrpura que llevaban en las suelas águilas de oro, último símbolo de la majestad de Roma.

Conocía los árboles y tenía de cada uno algún recuerdo. «Al pie de éste hicimos una hoguera Telva, Rosaura y yo y asamos castañas. De este tan alto se cayó Celso el de la tía Basilisa, antes de ir al servicio del rey, y no se hizo daño ninguno... ¡qué susto nos dió!... En ese otro escribió Juanín de Mardana mi nombre... ¡aquí está!»... Tales recuerdos dilataron su corazón.

Hemos acordado que haga usted los zapatos para los Padres de la residencia: cinco padres y un lego. Don Restituto Neira, señor caritativo y dadivoso, y su santa esposa, doña Basilisa, los cuales, como usted no ignora, nos han cedido el último piso de su palacio para residencia, desean también que usted haga el calzado para la servidumbre.

Eso será catequización de usted, padre Alesón dijo doña Basilisa, con enérgica persuasión . Le ha enseñado usted la práctica de la paciencia, esa virtud tan necesaria para salvarse. Mi señora Emperatriz replicó el enorme dominico , yo no enseño nada a nadie, ni siquiera idiomas, que es de lo único de que se me alcanza un poquito.