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Actualizado: 21 de junio de 2025
A principios de 1817, libertada la isla de Margarita, recuperadas las provincias de Barcelona y Cumaná, y dueños ya los venezolanos de las llanuras de Carácas, Paez habia ocupado el territorio que se extiende entre el Arauca y el Apure, Piar seguia hostilizando al enemigo en la Guayana y merced á los desmanes de Morillo que habian enconado el ánimo de los llaneros, la guerra habia cambiado de faz y se hacia enteramente nacional, si bien aun quedaba por realizar la grande obra de disciplinar el ejército, cortando el vuelo á las ambiciones de algunos jefes, nacidas del mismo desórden en que hasta entonces estuvo envuelta la causa de la independencia.
Sin el señor Juan Montiño, que así se llamaba falsamente el hijo de don Pedro, yo no hubiera venido á Madrid. Hubiera tomado postas para Barcelona, y allí un barco para Nápoles. Pero vine, y encontréme á nuestro hombre metido en enredos que me dieron susto. Estos enredos produjeron las heridas de don Rodrigo Calderón, y los amores de don Juan con su esposa. ¡Ah! exclamó Dorotea.
Pasó á Barcelona el presbítero Tyrso, que alcanzó gran favor entre el pueblo predicando y administrando los Sacramentos, aunque como intruso, en una iglesia de la ciudad.
Así las literaturas nacionales, desfloradas en su cuna por innumerables legiones de poetas materialistas que invaden las regiones del mediodia de Europa, la Italia, la Provenza, el Condado de Barcelona, Aragon y Castilla, arrastrando como bagage la artificiosa insipiencia y los afectados suspiros del coro de Helicona, fomentan la general corrupcion de las costumbres.
El acto segundo nos ofrece á Don Juan, en su residencia de Barcelona, ocupado en retratar á su esposa, por ser aficionado entusiasta á la pintura. La paz y la felicidad rodean, al parecer, á este matrimonio, y hasta los recuerdos de lo pasado se han borrado ya del corazón de Serafina.
Si otros hombres no hubiesen trabajado con anterioridad en el mismo orden de ideas, ¿dónde hubiese encontrado el ilustre economista alemán los materiales necesarios para construir su obra? Indudablemente, Carlos Marx no tiene culpa ninguna de lo que ocurra en Barcelona ni en Bilbao. La culpa, como digo, es de Platón, a quien le comunicó las malas ideas el señor Sócrates.
Por último, dictó una ley en la cual se mandaba repartir los bienes nacionales con justa regla y proporcion entre sus compañeros de armas; y, despues de ordenar á Zaraza y á Monágas que cubriesen con su caballeria el primero las llanuras de Carácas y el segundo las de Barcelona, el Libertador remontó el Orinoco con todas sus fuerzas, yendo á reunirse al ejército que mandaba Paez en el Apure, lo cual realizó por Enero de 1818.
Te ocuparon por segunda vez despues de haber derrotado á Mohammad en la batalla de Jabalquinto; y no te dejaron ya sin haber antes devastado y saqueado tus palacios de Medina Azarah. Mohammad, acompañado de un ejército cristiano que le enviaron los condes de Barcelona, invadió de nuevo el trono de tus antiguos reyes; mas para corto, para muy corto tiempo.
Pasma la riqueza de las vestiduras con que se adornó: la corona elaborada en Barcelona pesaba 16 marcos 3 onzas de oro, y en ella habia un rubí, 110 balajes de todos tamaños, sesenta y seis zafies, y 499 granos de aljófar claros, blancos y gruesos como avellanas. Durante el canto del Te Deum adornó con las insignias de príncipe de Gerona á su primogénito, y armó caballeros á varios personages.
Doña Ana continuó: Amaba yo á don Hugo por cuantas razones puede amar á un hombre una mujer; me enamoraba y me enorgullecía. Pero fuí muy desgraciada en mis amores. No los logré. ¡Cómo! ¿Pues no sois su viuda? Oíd, señor, oíd: cuando estuve ataviada como una dama, don Hugo zarpó de nuevo y tomó rumbo para Barcelona; durante la travesía me trató con el mayor respeto.
Palabra del Dia
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