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Actualizado: 21 de julio de 2025


El conde Lucanor, en el de 1661, y tomo XV de las Comedias escogidas. Cada uno para , impreso por vez primera en 1661, en el mismo tomo. Como se hace mención de la toma de Barcelona por D. Juan, hijo bastardo de Felipe IV, aparece claro que el drama hubo de escribirse, lo más pronto, en el año de 1652, por haber ocurrido en él dicho suceso. Dar tiempo al tiempo. Antes que todo es mi dama, y

Transcurrieron cinco años. Jaime era ya hombre, pero aún no había llegado a la mitad de sus estudios. Sus condiscípulos de la isla, al volver durante el verano, regocijaban a los contertulios de los cafés del Borne con el relato de las aventuras de Febrer en Barcelona.

Doval, jefe de policía de Barcelona, quien, para sondear a los detenidos en el Manuel Calvo, proponía que se introdujeran entre ellos, fingiéndose rusos, cinco o seis policías españoles. Yo no creo que un policía español pueda fingirse ni siquiera portugués. Decirle que se finja ruso a un policía que gana diez pesetas diarias es algo así como decirle que se finja gran filósofo.

Cuando el general Aznar, que ocupa en el Ejército un puesto tan alto, ha insinuado la idea de arrasar Barcelona para dominar a los elementos rebeldes, es que, indudablemente, esta idea es factible. Ahora bien, general: nos hace falta un presupuesto. Queremos saber en cuánto tiempo y por cuánto dinero se comprometería su señoría a hacer en Barcelona un arrasamiento en forma.

Debemos considerar al marqués de Villena como al más antiguo maestro de este género, pues su larga vida alcanza hasta el siglo XV y comprende parte del XIV. Este hombre distinguido, enlazado con las dinastías reinantes de Castilla y Aragón, y de gran influjo en ambos paises, se aprovechó de ella para favorecer en cuanto le fué dable el desarrollo del arte, restaurando en Barcelona la Academia instituída á imitación de la de juegos florales de Tolosa, y fundando otra análoga en Castilla.

Por su talento, su cortesía y su hermosura, obtuvo tanto éxito en la corte del rey de Valencia, que llegó a ser su primer ministro, y cuando su señor tuvo que andar en tratos con el rey de Aragón, envió a Barcelona a San Bernardo, que entonces se llamaba el príncipe Hamete. En su viaje, llega una noche a las puertas del monasterio de Poblet.

Al desembarcar en Barcelona, su madre le entregó una carta escrita casi en su agonía. «Valencia, hijo mío; ¡siempre Valencia!» Y luego de repetir varias veces esta recomendación, le hacía saber que era su heredero. Los libros, las estatuas, todos los recuerdos gloriosos de Labarta, pasaron á Barcelona para adornar la casa del marino.

A los dos días, vendió sus cuatro trastos y con los cuartos que pudo juntar plantose en Barcelona. Había hecho juramento de no volver a tratar con animales. Libertad, libertad y libertad era lo que le pedían el cuerpo y el alma. La verdad ante todo. ¿Para qué decir una cosa por otra?

La arena de los redondeles ejercía cierta influencia en su ánimo supersticioso. Recordaba las amplias plazas de Valencia y Barcelona, con su suelo blancuzco; la arena obscura de las plazas del Norte y la tierra rojiza del gran circo de Madrid. La arena de Sevilla era distinta de las otras: arena del Guadalquivir, de un amarillo subido, como si fuese pintura pulverizada.

Al día siguiente, una repentina confianza se sobrepuso á esta inquietud. Se acordó del capitán tal como le había visto algunas veces al celebrar desde la cubierta del buque sus hazañas de remero en el puerto de Barcelona ó al comentar con los amigos la inteligencia y la fuerza de su hijo.

Palabra del Dia

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