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Actualizado: 21 de junio de 2025
Barcelona.» Y Ulises reconoció la letra de su hijo, al mismo tiempo que se le oprimía el pecho con una angustia indefinible. La sorpresa le dejó sin voz, y el portero se aprovechó de su silencio para seguir hablando. Era un muchacho simpático é inteligente... Algunas mañanas le había acompañado para enseñarle lo mejor de la ciudad.
El médico vagaba desorientado por el puerto de Barcelona... Demasiado ruido, demasiado movimiento. Marchaba al lado de Ulises orgullosamente, haciéndole relatar las aventuras de sus años de marino vagabundo y cosmopolita.
Ya lo tenía resuelto cuando recibió una tarjeta en que Julián le anunciaba que por exigencias de un negocio marchaba a Barcelona, donde pasaría dos meses. «Esas tontas pensó Emilia no saben lo que se pescan. Si este hombre hubiese puesto en mí los ojos, o no se marcharía o hubiese venido a despedirse.» En aquellos dos meses no la escribió una sola carta.
Las escenas siguientes trazan con los colores más bellos las fiestas del Carnaval en la orilla del mar de Barcelona. Don Juan, con su esposa, se halla en una quinta de un amigo, situada en la ribera, y se mezcla también con la muchedumbre, entregada á estas diversiones; allí los encuentra Don Alvaro, pero sin acercarse á ellos, porque aparentemente ha triunfado de su amor.
El nombre de don Antonio Cuadros estaba en todas las bocas. Había huido el día anterior, con el convencimiento de que no podía pagar sus deudas, avergonzado sin duda de su ruina. Unos decían que había salido en el expreso para Francia; otros que estaría en Barcelona o en Cádiz, esperando ocasión para embarcarse en algún trasatlántico.
Pero el segundo, á la vez que movía la cabeza afirmativamente, le miraba con ojos interrogantes. ¿Qué iban á transportar en este viaje?... Tòni, no se trata de artillería ni de fusiles; tampoco de municiones... Es un trabajo corto y bien pagado, que nos hará perder poco camino en nuestra vuelta á Barcelona.
Don Esteban había sufrido grandes pérdidas en negocios extravagantes aceptados por bondad; pero aun así, dejaba fortuna suficiente para que la esposa viviese una desahogada viudez entre sus parientes de Barcelona. La pobre señora no sufrió otra contrariedad en el arreglo de su nueva existencia que la rebeldía de Ulises.
Madó Antonia le había contado también este milagro, pero en versos mallorquines, en un sencillo romance que respiraba la cándida credulidad de los siglos aficionados a lo maravilloso. El santo, embarcado en su manto, ponía el bordón por mástil y el capuchón por vela. Un viento de Dios soplaba sobre la extraña nave, y en pocas horas, el siervo del Señor iba de Mallorca a Barcelona.
Pero le inspiró una repugnancia invencible este cuerpo abundante en seducciones: tuvo miedo á su contacto; quiso huir de las sorpresas eléctricas de su carne... Además, él no iba á maltratarla á cada encuentro, como un bellaco profesional de los que mezclan el amor y los golpes. Recordaba con tristeza sus violencias de Barcelona.
Celebró el suceso, pasando indiferente sobre tu nombre. Tú no existías ya para ella: no podía utilizarte... Yo lloré por ti, por tu hijo, al que no conocía, y también por mí, pensando en mi culpabilidad. Desde aquel día soy otra mujer... Luego vinimos á Barcelona, y he pasado meses y meses esperando este momento. La antigua pasión se reflejó en sus ojos.
Palabra del Dia
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