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Escapósele a aquella una leve exclamación de sorpresa, que el tío Frasquito pescó al vuelo; mas un azulado relámpago iluminó en aquel momento la escena; un inmenso diseño cromático, nacido en las alturas de la orquesta y resuelto en las profundidades de los bajos en un rumor apagado y fatídico, anunció la caída del rayo, y entre truenos y relámpagos y sublimes convulsiones de los instrumentos de cuerda, escapósele lo que Butrón añadía, pudiendo percibir tan sólo estas palabras dichas por el diplomático con grande insistencia: Mañana, a las cuatro, en casa... ¡Por Dios!, que no faltes, ni dejes de avisar a Jacobo...

A la derecha, entre las cabañas de los campesinos, se distinguen las torrecillas de un castillo gótico cuyas alas ruinosas se extienden sobre una ancha plataforma; y más abajo, el río que sale de repente de detrás de la colina, como si en ella tuviera su nacimiento, y que se pierde, a gran distancia, en el fondo azulado del horizonte.

En la puerta de la gañanía aglomerábanse los trabajadores, brillando en su negra masa la lucecilla del candil. Todos seguían con silenciosa atención el chirrido del carro, invisible en la oscuridad; los lamentos de la gitanería, que rasgaban la calma del campo azulado y muerto bajo la fría luz de las estrellas.

Entonces es cuando más de un ventisquero es peligroso de atravesar por la anchura de las hendiduras que se verifican hasta lo infinito. Desde los bordes de la sima se ven á veces en su interior capas superpuestas de un azulado hielo que fué antes nieve, separadas por fajas negruzcas, resto de los residuos que cayeron de la cúpula nevada.

Sus mejillas tenían el mismo tono azulado que la de los hombres que se rasuran diariamente. La madre, algo cuadrada á causa de la obesidad propia de los años, prescindía de esta precaución, y por debajo de la corona de flores que circundaba sus tocas dejaba asomar una barba abundante y dura.

La rociada de la batería oculta pasó á lo largo de la avenida, barriendo los vivos, destrozando por segunda vez á los muertos, matando los caballos, rompiendo las ruedas de las piezas, haciendo volar un armón con llamaradas de volcán, en cuyo fondo rojo y azulado saltaban cuerpos negros. Vió centenares de hombres caídos; vió caballos que corrían pisándose las tripas.

En la bahía, por efecto del abrupto cordón que la circundaba, había ya poca luz; el sol se había hundido tiempo hacía por detrás de los montes, y allá en el cielo veíase el semicírculo de la luna, fino, azulado y puntiagudo: el Héspero hacía guiños a su lado antes de ocultarse.

Las canas esparcidas en sus sienes que aún parecían más numerosas al contrastar con el negro azulado de su cabeza , unas cuantas arrugas precoces en las comisuras de sus ojos y dos surcos profundos que se abrían desde las alillas de su nariz, demasiado ancha, hasta tocar los extremos de su boca, parecían denunciar el primer cansancio de un organismo poderoso que ha vivido con demasiada intensidad, por considerar sus fuerzas sin límites.

Del arenoso fondo se desprendía un escudo convexo, que, al flotar, mostraba su cara inferior plana y amarillenta. Las cuatro patas rugosas de la tortuga y su cabeza de serpiente emergían de esta coraza de carey. Los caballitos de mar, esbeltos y graciosos como piezas de ajedrez, subían y bajaban en el ambiente azulado, contrayendo sus colas, retorciéndose como un signo de interrogación.

A la luz del día parecíame su traza muy otra de lo que me había parecido a la luz artificial. El blanco y fino cutis de su cara tenía un matiz azulado, y había en sus ojos y en su boca una muy marcada expresión de anhelo. Sin embargo, su «humor» era el de siempre; y si era disimulo de lo contrario, no se le conocía. Se admiró de hallarme levantado tan temprano.