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Actualizado: 27 de noviembre de 2025
Lo mismo habían avanzado en otros siglos las grandes invasiones históricas. Eran como las antiguas naciones en marcha, que arrastraban detrás de ellas los seres y los muebles que forman la familia. Algunas veces llegaban á ser veinte mil, todos á caballo, sin medicamentos, sin víveres, confiando al azar la vida del día siguiente.
Primeramente fué mirando las distintas láminas; después empezó la lectura de sus páginas, escogidas al azar, dispuesto á abandonarla, pero retardando el momento á causa de su curiosidad, cada vez más excitada. Al fin acabó por entregarse sin resistencia al interés de un libro que resucitaba en su memoria remotas emociones.
Ahora que se alzan en España incontables capillas del Azar, no me negaréis que mi alquimista es un personaje de actualidad.
Es justo reconocer que si la noble dama temía en su hijo un amor naciente causado por el azar de un encuentro fortuito, estaba lejos de suponer la gravedad de su conducta y de saber que era a su mujer legítima a quien había logrado introducir bajo el techo materno en calidad de institutriz.
Siempre he considerado a Yégof como uno de esos pobres diablos; sabe una infinidad de nombres y habla de la Bretaña, de Austrasia, de Polinesia, del Nideck y del Géroldseck, del Turkestein, de las orillas del Rin, en fin, de todo al azar; y eso parece que es algo y, en el fondo, no es nada.
Aun en las grandes ciudades sigo el mismo órden: el azar y la casualidad son mis guias, sigo las calles que mejor me parecen, buscando las sorpresas agradables y pidiendo solo á la casualidad la ocasion de los monumentos.
La apuesta era la pasión más vehemente, el placer más vivo de los ricos encerrados en la montaña. Las pruebas de bueyes y los desafíos de barrenadores hacían que se cruzasen enormes cantidades. Era el culto á la fuerza, la adoración á la brutalidad, con todos los encantos del juego de azar.
Dios se vuelve entonces como extraño, no se oye ya su voz en el fondo de la conciencia, no se sabe lo que nos manda ni lo que nos prohíbe y, en ese silencio de la voz interior, se flota al azar del humor y de las circunstancias.
Llevaba Juan Jerez en el rostro pálido, la nostalgia de la acción, la luminosa enfermedad de las almas grandes, reducida por los deberes corrientes o las imposiciones del azar a oficios pequeños; y en los ojos llevaba como una desolación, que solo cuando hacía un gran bien, o trabajaba en pro de un gran objeto, se le trocaba, como un rayo de sol que entra en una tumba, en centelleante júbilo.
En su sentir, la vida era un juego de azar y reconocía el tanto por ciento usual en favor del banquero. Una escolta de hombres armados acompañó a esa escoria social de Poker-Flat hasta las afueras del campamento.
Palabra del Dia
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