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Mas luego bajaron a la bodega, sedientos de vino; no contentos con echar fuera las cubas pequeñas, bebían en las llaves de las pipas grandes, y dejándolas luego abiertas, corría el Montilla de setenta y cinco años, inundando las cuevas. Uno de aquellos salvajes pereció ahogado en vino. Pero al fin se fueron de casa sin cometer atrocidades de otra clase y nos vimos libres de semejante chusma.

Es inaudito el cúmulo de atrocidades que se necesita amontonar unas sobre otras para pervertir a un pueblo, y nadie sabe los ardides, los estudios, las observaciones y la sagacidad que ha empleado don Juan Manuel Rosas para someter la ciudad a esa influencia mágica que trastorna en seis años la conciencia de lo justo y de lo bueno, que quebranta al fin los corazones más esforzados y los doblega al yugo.

Casi todas las mujeres de los tiempos antiguos cuando se ven despreciadas se vengan más ferozmente. ¿Por qué introdujo venenos Naturaleza si había Para dar muerte desprecios? ¡Qué atrocidades y qué horrendos crímenes no comete la heroína de La devoción de la Cruz, cuando el católico dramaturgo nos la representa irritada por un desprecio no real, sino imaginado!

Pensó en su familia, en las desgracias y peligros que le rodeaban, en la dificultad de volver á encontrar á los suyos... Como si la música tirase de él, descendió poco á poco al piso bajo. ¡Qué artista aquel hombre altivamente burlón! ¡Qué alma la suya!... Los alemanes engañaban á primera vista con su exterior rudo y su disciplina, que les hacía cometer sin escrúpulo las mayores atrocidades.

Anda huido de Constantinopla, donde ha hecho no qué atrocidades, y por lo visto ha olido que Elvira tiene dinero y quiere ahorrarle el trabajo de guardarlo. Mañana, antes de salir, tendrá una conferencia con el padre Cifuentes, que Francesca di Rimini le servirá de tercero...» Aquí notó Diógenes que la concordancia era vizcaína, y añadió: «...o de tercera.

Entónces explicó el alguacil lo que habia apuntado el abate. ¡Qué monstruos! exclamó Candido. ¿Cómo se cometen tamañas atrocidades en un pueblo que canta y bayla? ¿Quando saldré yo de este pais donde azuzan ximios á tigres? En mi pais he visto osos; solo en el Dorado he visto hombres. En nombre de Dios, señor alguacil, lléveme vm. á Venecia, donde aguardo á mi Cunegunda.

Cuenta uno con el argumento precioso de «la intervención norteamericana». El periodista que defiende al gobierno puede describir á los hombres de la oposición como «malos patriotas, que con sus insurrecciones provocan la anarquía y hacen inevitable una invasión de los norteamericanos para el restablecimiento del orden». Y á su vez, los escritores de la oposición, al atacar al gobierno, afirman que éste comete tales atrocidades, que, «al final, los Estados Unidos tendrán que intervenir para derrocar su tiranía». Sin el fantasma de la intervención norteamericana, ¿quién podría escribir en Méjico?...

Y volviéndose hacia los jóvenes, dijo: Hijos míos, no hay que titubear, es preciso recibirla ... así, con sangre fría. Hablad poco ... y escuchad mucho ... Si se dicen atrocidades, es mejor que las diga Clementina ... Aquí estoy yo ... ¿? Entonces, seguidme.

Y sin embargo, ¿en qué consiste que Fausto y Margarita interesen y enamoren tanto á las almas sensibles y hasta á las niñas honradas, que de seguro no harían todas las atrocidades que hizo Margarita de envenenar á su madre y de matar á su hijo? Por hoy no en qué consiste esto. Otro día trataré de averiguarlo. Mi amigo D. Miguel Moya me pide que escriba sobre el asunto que el epígrafe declara.

Siempre encontrarás jurisconsultos que se encarguen de probar, textos en mano, tu derecho á la posesión de las tierras conquistadas. Comete toda clase de atrocidades...pero vence. Nunca dejarás de tener razón si eres victorioso. Nadie osa pedir cuentas al conquistador, y en sus templos, los sacerdotes de todas las religiones cantarán por tu salud, celebrando tu triunfo.