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Actualizado: 23 de junio de 2025


El espectro de un rey que en medio de la exageracion de sus sentimientos llegó á confundir la crueldad con la justicia, las sombras de víctimas sacrificadas de una manera aterradora flotan aun á nuestros ojos en lo alto de las bóvedas; y no parece sino que lo vemos todo al través de un velo fúnebre.

Cuando un laurel los déspotas levanten Y en medio de los brindis de la orgía El triunfo impío en su insolencia canten, Fulmine su tremenda profecía, Y anuncie con su voz aterradora De libertad la celestial aurora.

Y luego el calzon estrecho hasta la rodilla, con polainas hasta los piés, y siempre calzado con la sencilla alpargata nacional; el cuerpo medio cubierto por la manta, especie de capa corta ó ruana doblada, con listas de colores vivísimos y menudas borlas; y debajo, asomando como un traidor que medio se oculta, el afilado cuchillo ó navaja de resorte, de larga y aterradora cuchilla, con muelle dentellado y cabo corvo y lleno de adornos mas ó menos artísticos.

Sin embargo, el día anterior había dictado sus disposiciones con una calma inaudita, con una impasibilidad aterradora. Según sus órdenes el cuerpo de Magdalena, después de estar expuesto en una capilla ardiente a la puerta de la casa, debía ser conducido a San Felipe, en donde al mediodía se celebraría el oficio de difuntos, y de allí sería transportado a Ville d'Avray.

Su jefe se llamaba Almagro y había abandonado á Pizarro en el Perú para atravesar esta soledad aterradora, descubriendo al otro lado del desierto la tierra que luego se llamó Chile. «¡Qué hombres, pucha!», pensaba Rosalindo.

La pobre joven estaba sentada en una silla, replegada, sombría, inmóvil, con la mirada fija, sufriendo de una manera visible, aterradora. Hubiera podido ver al bufón á no estar tan abstraída, pero no le vió.

Hemos visto en Cádiz al sol sumergiéndose en las aguas del Océano con una aureola de tinieblas; hemos visto á ese mismo Océano invadiendo silenciosamente la playa y retirando despues con una calma aterradora sus hinchadas olas; hemos visto esas olas, altas como montes, arrojándose heridas por la luz del rayo sobre los muros de la ciudad sumida en duelo: alli es donde la naturaleza se ostenta con toda la sublimidad de que pudo revestirla su autor al hacerla brotar llena de vida de entre la confusion y el caos, alli es donde se ensancha el corazon, alli es donde la imaginacion cruza el espacio y rasga el velo que oculta á nuestros ojos lo infinito.

No he sabido lo que te amo hasta esta tarde, en que creí que te ibas para siempre. La enferma movía con pereza una de sus manos y acariciaba la cabellera crespa de Maltrana, lamentándose de la forma aterradora de la crisis, como si ésta fuese un acto de su voluntad. ¡Pobrecito! decía lentamente ¡qué susto te he dado! Aún se te conoce en la cara; estás pálido, te tiembla la voz.

¡Y después, el descanso que sigue a tanta fatiga! El descanso, , al mismo tiempo la vejez, porque yo voy envejeciendo, todo me lo indica con la mayor claridad; por ejemplo: estos árboles que yo he plantado, estas enredaderas que yo misma planté en la parte norte de la casa, con el objeto de que no mintiesen los versos de mi hijo cuando describe a Milly en sus Armonías y la espesura que cubre actualmente todo el muro desde los sótanos de la casa hasta el tejado; estas mismas paredes que van cubriéndose de musgo, estos cedros que eran altos como mi última hija Sofía a la edad de cuatro años, y que ahora me dejan pasar libremente bajo sus ramas más elevadas que mi frente; todo, todo en fin, me dice con muda y aterradora elocuencia, que voy envejeciendo, y que mi vida es corta. ¡Ah!

Su rostro era el rostro de un polichinela: naricilla de poeta satírico, boca grande y sarcástica, sonrisa burlona. El cráneo voluminoso, bien conformado, acusaba rara inteligencia, aterradora precocidad. El pobre chico apuraba a sorbos una taza de leche, y no dejaba de mirarme.

Palabra del Dia

irrascible

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