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Actualizado: 12 de mayo de 2025


Cuando se le veía hablando; embelesado con Josefina, los ojos recreándose en la contemplación de su belleza, mudo y como absorto unas veces, animado otras hasta la locuacidad, comprendíase el por qué de tales dulzuras y complacencias para con la madre de aquel tesoro de discreción y hermosura. La solicitud con que a la duquesa atendía, se explicaba por el afán de acercarse a su hija.

Severiana, que recordaba haber visto en su lugarejo uno por el estilo, le cuidaba y atendía cual si fuera de carne y hueso: su espíritu inculto, pero delicado, establecía una relación misteriosa entre aquel Jesús y su niña.

Pudose sin peligro dividir sus fuerzas, por no tener enemigo poderoso en la campaña que les pudiese prontamente acometer, porque divididos el espacio de un dia de camino, no se pudieran socorrer si le tuvieran, toda la gente de guerra atendia más á defenderse dentro de las ciudades, que salir á ofender nuestro ejército; cosa que tantas veces emprendieron con notable daño suyo y gloria nuestra.

Cuando salieron de mi pluma ten por seguro que no atendía al consejo de las musas, sino al gusto depravado de un vulgo frívolo y necio. Me pesa, finalmente, de haber escrito más de lo que debiera. La fecundidad tal como el vulgo de los críticos la entiende es, en mi opinión, un vicio, no cualidad digna de aplauso.

Apenas entendía aquellas frases precipitadas y llenas de emoción. Resonaban extrañamente en sus oídos y le aterraba en ellas un sentido oculto, impenetrable. Al mismo tiempo atendía a la expresión y a la actitud de Adriana. Y Lucía y Charito también la contemplaban suspensas. No quedaba en su cara vestigio de la antigua gracia inquietante.

Y lo mismo confirmó Cardenio, don Fernando y sus camaradas; y aun el oidor, si no estuviera tan pensativo con el negocio de don Luis, ayudara, por su parte, a la burla; pero las veras de lo que pensaba le tenían tan suspenso, que poco o nada atendía a aquellos donaires.

Su nariz relucía a la luz del sol como una guindilla. La misa era larga y pesada. Andrés no lo advirtió. Mientras el sacerdote oficiaba y la muchedumbre atendía prosternada, sus ojos apenas se apartaban de los de Rosa, que muy a menudo los volvía también hacia él, húmedos y extáticos. El sitio que ocupaban era muy agradable. Descubríase desde allí todo el hermoso valle de Marín.

Mandola acostar, y entretanto, pasó el farmacéutico a la sala, haciendo que atendía al juego de las damas. No podía tener tranquilidad mientras Maxi estuviera allí, ni se fiaba de sus apariencias resignadas y filosóficas. Con disimulo, y fingiendo que le hacía cosquillas, por jugar, le tocó los bolsillos, temeroso de que llevara algún arma. Pero nada encontró en su disimulado reconocimiento.

«¡Si pestañeara! dijo para aquel calaverón incorregible de D. José Relimpio . Yo he visto esa cara en alguna parte; esa fisonomía no me es desconocida». Alonso seguía dando noticias discretas y mostrando algunas preciosidades, a lo que atendía con mucha urbanidad el padrino de Isidora. Pero esta no veía ni oía nada. Se había quedado de color de cera, y temblaba de frío.

Sobre todo, les molestaba la afliccion del estómago; y congoja de corazon con tanto golpe y desasosiego; y el segundo piloto, D. Basilio Ramirez, mientras atendia á la maniobra, se dió un golpe tal que le quedó el rostro muy mal herido.

Palabra del Dia

bagani

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