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Actualizado: 8 de mayo de 2025
No hay que asustarse dijo el director . Son los barrenos. Ha llegado la hora de darlos. Momento grandioso e imponente a la verdad. El estrépito de cada uno, centuplicado por los mil ecos y resonancias que las galerías producían, no podía menos de infundir alguna chispa de pavor hasta en el corazón de los más bravos. Todos guardaron silencio.
Yo que, pasado el estupor, me disponía a emprender la fuga, apenas tuve fuerzas para contestar al saludo. Siento mucho haber hecho el papel de gavilán... Pero las tortolitas no deben asustarse, que no vengo a comérmelas...
Doña Sol entonces hubo de asustarse de su poca prudencia, y deseosa sin duda de cortar las alas a los atrevidos pensamientos que ella misma había hecho nacer en el alma de Morsamor, apeló a un recurso, empleado con harta frecuencia, aunque por demás peligroso.
Dora no participaba de este entusiasmo. Pareció asustarse de verdad, temblando ante la idea de casarse con Martínez, más aún que si éste hubiese intentado una violencia contra ella. ¡Qué horror!... ¡Divorciarse usted de la generala!... ¡Tener yo por enemiga á doña Guadalupe!...
Poco a poco, con las visitas y el largo charlar de ellas, Isidora iba queriendo al viudo, y el viudo aficionándose tanto a ella, que llegó un punto en que hubo de sorprenderse y asustarse de la formalidad de su cariño. En tanto el asunto marchaba satisfactoriamente.
¡Cía!, ¡cía firme! dijo la bronca voz del patrón . Echa esa beta al agua, Manuel... No asustarse, señores, que no es nada... ¡Ciar más!... Basta... Agárrense ustedes a la beta... Ya no hay cuidado... La confusión fue muy grande en el primer instante.
«Pues yo sé una cosa que tú no sabes, aunque quizás lo presientes, y que seguramente sabrás muy pronto. Quizás hayas empezado a notar algún síntoma; pero aún tu espíritu no tendrá más presentimientos de este gran suceso». La miraba de tal modo, que ella empezó a asustarse. ¿Qué sería, Dios, qué sería?
Y como la muchacha tardara en contestar, el cepillo salió disparado de las alturas y, rebotando contra los peldaños de la escalera, vino a caer en medio del patio. ¡Voy, niño, voy! dijo la india sin asustarse, como acostumbrada a aquella singular forma de llamamiento. A ver si te mueves, ¡china salvaje! chilló de nuevo la voz atiplada.
Se constituía inmediatamente a la cabecera del lecho, tomaba cuenta de las medicinas, arreglábale la cama, poníale los vejigatorios o las ayudas lo mismo que el más diestro practicante. Luego, si la enfermedad por desgracia presentaba mal carácter, sabía insinuar como nadie la idea de confesión; de tal modo que el enfermo, en vez de asustarse, la aceptaba como la cosa más natural y corriente.
Acercándose al gabinete de su padre, vio que levantaban un altar. Preguntó sencillamente lo que aquello significaba, y una criada, llevándole a un rincón, le dijo que no se asustase, que su papá había deseado confesarse y recibir la Comunión, y que su Divina Majestad vendría pronto a visitarle. Esta recomendación de no asustarse, hecha repetidas veces, produjo el efecto contrario.
Palabra del Dia
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