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Actualizado: 8 de mayo de 2025
Al día siguiente, cuando llevaba piedras al extremo de la escollera, vió á un hombrecillo en una pequeña barca, que fingía pescar y se colocaba siempre cerca de su paso, sin asustarse de los remolinos que abrían en las aguas las piernas gigantescas al cortarlas ruidosamente. La insistencia del pescador acabó por atraer la atención de Gillespie.
¿Por quién? ¡Ah! ése es mi secreto. Os reís seguramente, Catalina. Pero es igual, acortad un poco el paso. Explicadme lo que creéis saber. La campesina fingió asustarse de una revelación importante.
Teulaí sonreía socarronamente. No había por qué asustarse. ¿No eran parientes? Se alegraba del encuentro; la acompañaría al pueblo, y por el camino hablarían de algunos asuntos. Avant, avant decía el hombrecillo.
No hay que asustarse ni considerar monstruosa la suma, porque los reis del Brasil son fracos, y cada uno vale la mitad de un rei de Portugal o rei gordo. Arturo, por lo tanto, no gastó una enormidad; pero, como cada conto de reis fracos equivale sobre poco más o menos a 2.500 francos, siempre resultó que su gasto, a pesar de las grandes riquezas del Sr.
No hay como París para limar lo que hay de sobra de ese género en un cerebro joven. Pero si tiene usted la intención de meterla en un convento... Hasta en el convento, amigo mío... El aire ambiente penetra por las rejas y por los claustros. Dentro de un año se quedará usted asombrado del camino que habrá hecho... y acaso llegue usted hasta a asustarse...
Corrió hacia su caballo, que seguía rumiando la hierba sin asustarse de los tiros, como si estas detonaciones fuesen ordinarias en su existencia. Luego desapareció detrás del rancho. Piola pareció olvidarse de Watson, para pensar en su propia seguridad. También era hombre de á caballo, y se consideraba más seguro y fuerte sobre la silla que á pie.
Cree haber nacido para vivir en lo más alto, y la desgracia se complace en hacerla caer... Nada tiene de extraño que sea mala, faltándole el consuelo de la modestia y la resignación. Pareció asustarse el español al considerar lo que probablemente podía ocurrir en la Presa después del suceso de aquella mañana.
Doctor dije alegremente al entrar mi caballo acaba de asustarse de su sombra, me ha tirado en el camino, y creo tener el brazo izquierdo estropeado. ¿Quiere usted verlo? ¿Cómo estropeado? dijo el señor Desmarest, después de desatar el pañuelo si lo tiene completamente roto, ¡pobre hijo mío! La señora de Laroque arrojó un débil grito y se aproximó á mí.
Pero ni tuvo tiempo de asustarse porque vio entrar a Nicolás haciendo aspavientos de júbilo, el rostro encendido, los ojos chispos, y llegándose a su cuñada le dio un fuerte abrazo: «Denme todos la enhorabuena... Ya... al fin... No ha sido favor, sino justicia. Pero estoy muy agradecido a las personas que...». ¡Gracias a Dios!
Aldaba vió al mismo tiempo al cocinero mayor; pero sin turbarse ni asustarse se fué para él, le hizo una profunda reverencia y exclamó: Muchas gracias, señor Francisco, muchas gracias; no esperaba yo menos de vuestra caridad.
Palabra del Dia
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