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Actualizado: 26 de mayo de 2025
¿Usted se queda a preparar el terreno, eh? Sí, hombre, a arreglarlo todo. En cuanto don Víctor cerró de un golpe la puerta de la escalera, Ana entró asustada en el comedor. Iba a hablar, pero llegó Petra a recoger el servicio del café y calló fingiendo leer El Lábaro. Salió la doncella y Ana dijo: ¿Qué hay, Álvaro?... No te entiendo... Petra marcha de esta casa. Adiós espías.
Un silencio temeroso le salió al paso, y ya iba a retroceder asustada, cuando oyó unos quejidos lastimeros detrás de una puertecilla. Eran ayes y juramentos de una voz estridente y amarga. Empujó Rita la puerta con recelo, cautelosamente, y vió en un cuarto hondo y destartalado una cama estremecida por un cuerpo tremuloso.
Mesía se despidió al dejar dentro del coche a las damas. Entonces apretó un poco la mano de Anita que la retiró asustada. Don Álvaro se volvió al palco del Marqués a dar conversación a don Víctor.
¿Qué hacéis? dijo asustada Esperanza. Yo no me atrevo á entrar dijo el duque. Y entonces, ¿para qué queríais que abriese? Para que salieras tú... ¡Pero Dios mío!... yo no os conozco. ¿Y qué te importa?... Sí, sí dijo con energía Esperanza ; venís encubierto, podéis ser un ladrón, haberme dado esas joyas y ese dinero para engañarme.
Y así pasaban los días, asustada Ana de que tan poco después de la caída fuese ella capaz de recibir a un hombre en su alcoba, ella, que tantos años había sabido luchar antes de caer. Aquella tarde de Navidad, después de recoger el servicio del café, Petra salió de casa y se dirigió a la del Magistral. La recibió doña Paula. Eran ahora muy buenas amigas.
Caminaba muy lentamente y echaba, de cuando en cuando, una mirada a través del follaje, para ver si el intendente no había llegado a la vuelta del camino. Así que lo vió desaparecer tras el ángulo del bosque, se volvió hacia el camino y se dirigió a pasos precipitados al castillo. Estaba asustada y triste; el corazón le latía con violencia. ¡Qué imprudencia había cometido!
No; sin embargo, hubo un tiempo en que yo se la hubiera disputado a Marner; pero ahora es demasiado tarde. Si la niña se cayera sobre el fuego, vuestra tía es demasiado gruesa para socorrerla; no podría más que quedar sentada y gruñir como una cerda asustada.
Mina quedó á pocos pasos, más curiosa que asustada, saboreando de antemano la gran corrección que iban á recibir los bandidos. «El rey de las praderas» terminaría la pelea en unos segundos.
Unas cosas leyó Leocadia con deseo de adivinarlas, otras con asco de entenderlas: hubo frases que cayeron sobre su pureza como cieno sobre nieve: luego, asustada, dejó el tomo y cerró el cajón, sintiendo al apartarse de allí una emoción intensa de pudor ofendido. La flor huía con asco de la babosa.
Y otros ratos parece que me vuelvo el hombre de más seso del mundo, ¡y se me ocurren unas cosas...! De tan sublimes que son no las puedo expresar; me tiembla la lengua, me la muerdo y escupo sangre... Después me quedo como el que sale de un desmayo». Acuéstate y descansa le propuso su mujer compadecida y asustada . Eso no es más que cansancio de tanto discurrir.
Palabra del Dia
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