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Actualizado: 14 de junio de 2025
María había escuchado a la anciana con mucha atención, aunque afectando tener la vista distraída; cuando hubo acabado de hablar, calló un rato y dijo después con indiferencia: Yo no quiero casarme. ¡Oiga! exclamó tía María , ¿pues acaso te quieres meter monja? Tampoco respondió la Gaviota. ¿Pues qué? preguntó asombrada la tía María , ¿no quieres ser ni carne ni pescado? ¡No he oído otra!
Pero á continuación, considerando que la broma había durado bastante, decía con gravedad: La Gringuita es una joven muy apreciable, que gana su vida y mantiene á todos sus hermanos. Además, ¡lo que sabe! Yo me quedo asombrada escuchándola. Parece mentira que una mujer pueda estudiar tanto.... Perderías el tiempo, viejo. Esa no te hace caso á ti.
Señorita, señorita..., tenga. Y le dieron una carta. ¡Cosa más sorprendente!... La sirviente se quedó allí, mirándola con rara curiosidad, y la joven, asombrada, preguntó: ¿De quién es? Del señorito Fernando; me la dió para usted antes de marcharse. Pero, ¿se ha marchado? Y bien de madrugada...; tomó el primer tren.
Todavía conservaba hermosos ojos negros encajados en un rostro de correctas y agradables facciones. El acto primero tocaba a su fin. Se representaba un melodrama fantástico, cuyo nombre no recordamos, donde la compañía había desplegado todo el aparato escénico de que podía disponer. La cazuela estaba asombrada, y acogía cada cambio de decoración con estrepitosos aplausos.
Ingeniosa y lista, descosió dobladillos y lorzas hasta que la tela rozó completamente el borde de los zapatos. Luego, unas maniobras semejantes hicieron al corpiño extender sus delanteros sobre el seno túrgido de la niña. La manga, menos dócil, dejaba ver el antebrazo alabastrino. Se miró al espejo, y asombrada de sí misma, se ruborizó.
¿Dónde?... viejo... preguntó asombrada Ramona, sin obtener contestación. Arrímese, Anastasio insistió Baldomero, mire que vale más llegar a tiempo que andar rondando un año. Así... dicen... contestó Anastasio, sin moverse de su sitio y castigando al suelo con la punta de su lonja.
Sentados el uno al lado del otro, Pablo y yo continuamos misteriosamente nuestra conversación. Mi tía asombrada de mi audacia y de la libertad y alegría que irradiaba en mis ojos, no decía nada. El cura, aunque arrobado viéndome contenta, no estaba, sin embargo, tan preocupado como para que se le olvidase terciar entre nosotros. ¡Qué velada tan agradable!
Repitió su súplica en inglés, y ella lo miró entonces de abajo arriba, sin odio, sin escándalo, con extrañeza, como en presencia de un atentado a las buenas formas sociales, asombrada de la rapidez con que aquel hombre pretendía suprimir de golpe todas las esperas prudentes establecidas por la costumbre. Good night dijo fríamente.
¡Descalza! repetía asombrada Obdulia. La envidia crecía en su pecho. «Oh, lo que es esto pensaba indudablemente tiene cachet. Sale de lo vulgar, es una boutade, es algo... de un buen tono superfino...». El Marqués entró en aquel momento con don Víctor colgado del brazo. Vegallana venía consolando al mísero Quintanar, que no ocultaba su tristeza, su decaimiento de ánimo.
A la ventura, á tomar el aire. Habéis, pues, tenido un buen encuentro, porque os he curado dijo Quevedo. Aún no del todo. Mi amigo os espera en vuestra casa. ¡Ah! ¡pero vuestro amigo me da miedo...! ¡no os digo que estoy asombrada!... ¡yo, que me he burlado del amor! El amor se venga.
Palabra del Dia
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