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Actualizado: 14 de mayo de 2025
Buscó febrilmente la firma y llena de horror descubrió estos dos nombres execrados: Fortunato Roussel. Herminia, asombrada, permanecía en pie delante de su tía sin comprender sus acciones ni sus palabras. Por fin se arriesgó á preguntar: ¿Usted sabe, pues, tía mía, quién es este joven? ¡Es él, es él! exclamó Clementina con ímpetu.
La vació sobre el delantal de la asombrada campesina, dio algo también al ermitaño, que no manifestaba menos sobresalto, y abriendo la sombrilla roja emprendió la marcha seguida por la doncella. Al pasar frente a Rafael, contestó al sombrerazo de éste con una inclinación elegante, casi sin mirarle, y comenzó a bajar la pedregosa pendiente de la montaña.
El anciano se hallaba medio levantado en su lecho, y tenía fija sobre mí una mirada atenta, asombrada, en que brillaba la expresión de una vida y de una inteligencia que hasta entonces me habían sido desconocidas. Cuando mi mirada encontró la suya, el espectro se estremeció; abrió sus brazos en cruz, y me dijo con una voz suplicante, cuyo timbre extraño suspendió el movimiento de mi corazón.
¿Cuál?... A ver, D. Francisquito. Pues se me ha ocurrido... no es idea de ahora, que la tengo hace tiempo.... Se me ha ocurrido que si la Isidora conserva los papales de su herencia y sucesión de la casa de Aransis, hemos de intentar sacar eso....» Isidora le miró entre aturdida y asombrada «¿Otra vez eso?» fué lo único que dijo.
La gente parábase entre asombrada y curiosa, el cochero reía abriendo sus quijadas de a palmo, y el vejete, cabizbajo, como si todo aquello no rezase con él, escurríase discretamente entre el gentío. Era que la amazona de la huerta, al sentir el primer pellizco del viejo pirata, había contestado con una bofetada, contenta en el fondo de que alguien pusiera a prueba su virtud.
Doce leguas de aquí Martin Garcia, Una isla de este nombre está llamada: Una legua de tierra se desvía, Y mas de legua y media es prolongada. A partes por el bosque está sombria, Y á partes tierra alta y asombrada, Don Pedro, y Juan Ortiz allí poblaron, Y de hambre mucha gente sepultaron.
Paz, impresionada con la novedad de aquel Madrid que le era desconocido, miraba en derredor, asombrada, sintiendo vergüenza, pareciéndole indignos de ella el sitio y la ocasión. Notando que su traje, a pesar de lo sencillo, excitaba la curiosidad, se quitó los guantes y, disimuladamente, se colocó el velo como las mujeres que pasaban a su lado.
Cuando supo que era concejal, quedó asombrada por lo joven que había llegado a ese puesto. ¡Ya ven ustedes que tontería! Por lo visto, en otros países se acostumbra a elegir sólo a los viejos. De cerca era aún mejor que de lejos. Un cutis que parece raso; una dentadura preciosa; luego una arrogante figura; el pecho levantado y ¡unos brazos!..."
Pues si te secas le contestó su tía, que hasta para consolar era regañona y desapacible , pues si te secas, ¡demonche!, mejor, ponemos un ama, y a vivir... Diga usted, tía, ¿ha venido mi marido? Segunda la miró asombrada. «¡Tu marido!... ¿sabes la hora que es? ¿Y para qué quieres que venga acá ese tipo?».
»Sí me contestaron, Teobaldo Cecci, obispo de Nola, el más joven de los cardenales y el último nombrado por el Papa Benito. La influencia de la Reina le ha hecho alcanzar tan alta dignidad, que merece por su piedad y su talento. »Yo quedé asombrada. Todo lo que veía, todo lo que oía, teníalo por cosa de magia.
Palabra del Dia
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