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Al entrar al fin en la última calle, ya tenía el niño la mano en la llave de la portezuela, dispuesto a abrirla, asomando al mismo tiempo la carita, porque de seguro estarían esperándole en algún balcón su padre, su madre, o Lilí, o quizá los tres juntos... Ya les enseñaría él desde allí abajo los premios, y creerían que no era más que uno, y verían luego que eran cinco y dos excelencias. ¡Qué risa entonces!... Pero los balcones estaban todos cerrados, y no se veía en ellos alma viviente.

El ruso, sin salir de su contemplación, se sirvió otra copa. Luego sonrió con una ironía cruel. Su rostro barbudo tomó la expresión de una máscara trágica asomando entre los telones de la noche. ¡Qué pensarán allá arriba de los hombres! murmuró . ¿Estará enterada alguna estrella de que existió Bismarck?... ¿Conocerán los astros la misión divina del pueblo germánico? Y siguió riendo.

Esta breve conversación fué en francés, y Celinda sólo pudo comprender algunas palabras; pero adivinó que la otra había dicho algo contra ella, é hizo una mueca de desprecio asomando su lengua entre los labios. Pasaron á continuación los jinetes del segundo grupo. El marqués saludó ceremoniosamente á la joven.

El collar de perlas seguía fijo en su cuello, asomando por el escote angular... Era una magnificencia de artista rica que todo se lo echa encima; de enamorada de las joyas que no puede vivir sin su contacto y las coloca sobre su piel apenas salta de la cama, despreciando la hora y las reglas de la discreción. Pero Ferragut no podía distinguir lo extemporáneo de este lujo.

En las paredes de oriente y ocaso, que eran los lados mayores del rectángulo, figuraron de relieve los arcos de lóbulos que no podian estar abiertos, y descansando en la ligera cornisa de su arrabá, esculpieron, á plomo sobre las enjutas del grande arco figurado, dos ricas ménsulas con leones asomando por ellas la cabeza y el pecho.

Avila resplandecía en el oro húmedo y blanquecino de la mañana, como una pequeña Jerusalén. La religiosa emoción la henchía, la perfumaba. Las flores de los árboles, asomando por encima de las tapias, pendían sobre las callejuelas. Impaciente alegría parecía bajar de las campanas silenciosas y difundirse sobre todo el caserío.

Acaso se haya hecho por mismo como el anís escarchado replicó Núñez asomando la cabeza por la ventanilla para ver si divisaba el coche que conducía a Elena. Hubo algunos minutos de silencio durante los cuales el cerebro de Barragán daba terribles vueltas en el piélago de lo insondable. Al cabo murmuró sordamente: De todos modos es curioso, ¡muy curioso!

Cuando venían a visitarle los parientes, prefería bajar al salón, a pesar de su debilidad, correctamente vestido, con levita nueva, los dos triángulos blancos del cuello asomando sobre las roscas de la corbata, siempre recién afeitado, con las patillas bien peinadas y el tupé brillante de goma.

Os engañáis, mi buena duquesa dijo Felipe III abriendo la puerta secreta del dormitorio y asomando la cabeza ; vuestro amigo el duque de Lerma despacha solo en mi despacho, porque yo me he perdido. Y franqueando enteramente la puerta, adelantó en el dormitorio. La duquesa hubiera querido que en aquel punto se la hubiera tragado la tierra.

Pues pasa que la mula de Su Santidad... ¡Dios mío! ¿Qué será de ?... Pues pasa que la mula de Su Santidad... ¡se ha encaramado al campanario!... Pero, ¿ella sola? , señor, excelso Padre Santo, ella sola... ¡Mire, mire, allá arriba!... ¿Ve Su Beatitud la punta de las orejas asomando?... Parecen dos golondrinas...