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Actualizado: 4 de mayo de 2025


Marta, sin motivo legítimo, estaba contrariada, y había puesto el gesto de vinagre que a veces se le asomaba al rostro sin saberlo ella, y la hacía más vieja y más fea; gesto que particularmente se le descubría cuando envidiaba algo, cuando se sentía deslumbrada. Veía en el bautizo el eclipse de su boda. A dijo , Antoñito no me recuerda ni el tipo Valcárcel, ni el tipo Reyes. Parece extranjero.

No le había visto más que los párpados, cargados de carne blanca. Debajo de las pestañas asomaba un brillo singular. Cerca del lecho, arrodillada, rezó algunos minutos la Regenta.

De cuando en cuando la muchacha rubia se asomaba a la puerta y me miraba con sus ojos azules obscuros, con una expresión de temor y desconfianza, como si tuviera miedo de que yo le hiciera algún daño a su padre. Me levanté molestado del aire de suspicacia de toda aquella gente, y, saludando a los tres con frialdad, me volví a Lúzaro.

Cuando lanzaba una de esas miradas fugaces y vivas como un relámpago de estío, parecía que el alma se asomaba un instante á los ojos, poníase al tanto de todo y se entraba otra vez, y velozmente, en su retiro. Hablaba poco y sonreía á menudo. Los tertulios viejos de D. Marcelino no tenían boca bastante para elogiar su modestia y afabilidad.

Bien, contesto yo; serán poesías ó lo que ustedes quieran; pero el hecho es que los padres mandaban á la novia que no se asomase, y sin embargo la novia se asomaba; el hecho es que la familia del estudiante le mandaba que se volviese al departamento de Lyon, y sin embargo el estudiante no volvia.

Acaso, al ahogar la declaración que asomaba a sus labios, había sacrificado a un exceso de orgullo la dicha de Eva como su propia dicha... Y las hojas caídas no reverdecen más...

Corrió las cortinas de la ventana, a causa del sol indiscreto que a ella se asomaba, y después de escuchar un momento, si se sentían pasos en el patio o en la escalerilla, retiró cuidadosamente del bolsillo de su gabán claro un objeto y lo colocó sobre la mesa: ahí estaba el pequeño revólver, como un juguete de brillante acero: Quilito, inclinado, lo miraba, con esa fijeza con que los condenados a muerte miran el instrumento de su suplicio. ¡Ah, si la pobre tía supiera! sus veinte nacionales habían servido para comprar la terrible alhajita... ¿No estaba empeñada generosamente en salvarle? ¿qué mejor medio de salvación que aquel, tan fácil y expeditivo?

¡Qué calles estas! murmuraba Esteven, si aquí no vale andar sobre ruedas; el mejor coche para ir de prisa y sin dificultad es el de San Francisco, y aún así... Asomaba la cabeza por la portezuela, sonriendo a los conocidos.

Seguían muchas páginas referentes a un período de indecisión, reflexiones escritas sin la sospecha siquiera de que otros ojos que los suyos pudieran leerlas nunca; el alma de Laura asomaba por ellas con toda su gracia interior, como una vestal que descubriera sus hechizos a la luna. Adriana las leía con encanto, sus ojos y sus labios sonreían. Pero pronto le volvió la inquietud.

Á una ventana del primero y único piso de la casita se asomaba un individuo que parecía contemplarlos con curiosidad. Mirándole estaba Tristán cuando salió corriendo del mesón una robusta moza, riéndose á carcajadas y perseguida de cerca por un truhán que muy pronto desapareció, lo mismo que la muchacha, entre los árboles del huerto.

Palabra del Dia

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