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Actualizado: 4 de junio de 2025
La vieja saludó con un gruñido a Jaime, que asomaba la cabeza para despedirse.
Mucho peor: tengan cuidado. Aunque hablaban con misterio, la niña se enteró, y preguntó con ansia. ¿Mi padrino? Ellos ya bajaban la escalera y no respondieron nada. Rita aceleró el paso llena de inquietud. Carmen tenía los ojos muy abiertos en la semioscuridad del pasillo, y toda su alma se asomaba por ellos como escudriñando las tinieblas del porvenir.
Pepa y Rosa y las demás criadas sonreían discretamente, sin atreverse a tomar parte en el desorden, pero un poco menos disciplinadas que al empezar la comida. Pedro ya no se asomaba a la puerta. Se habían roto dos copas. Los pájaros de la huerta se posaban en las enredaderas de las ventanas para ver qué era aquello y mezclaban sus gritos gárrulos y agudos al general estrépito.
Yo, sin atender a las exhortaciones del clérigo que iba a mi lado, asomaba la cabeza por la ventanilla explorando con los ojos la calle, las puertas y los balcones de las casas. Nada, ni un ser humano parecía. Allá en las afueras de la población, distinguí dos niños que corrían sofocados hacia la puerta de una casa, desde la cual su madre les llamaba a gritos.
Es verdad que alguna y muy rara vez, al dispertar, tenemos la reminiscencia de que en el acto mismo del sueño asomaba la duda de si soñábamos; pero esto sucede con poca frecuencia; y en general puede asegurarse, que el sueño no anda acompañado de ese crepúsculo de razon reflexiva, que nos advierte de nuestro estado, y de la ilusion que padecemos.
Cuando los rayos del sol naciente le despertaron por la mañana en el vagón, lo primero que vio, antes de abrir los ojos, fue un huerto de naranjos, la orilla del Júcar y una casa pintada de azul, la misma que asomaba ahora, a lo lejos, entre las redondas copas de follaje, allá en la ribera del río. ¡Cuántas veces la había visto en los últimos meses con los ojos de la imaginación!...
Guillermina y Jacinta entraron en la mansión de Ido, que se componía de una salita angosta y de dos alcobas interiores más oprimidas y lóbregas aún, las cuales daban el quién vive al que a ellas se asomaba. No faltaban allí la cómoda y la lámina del Cristo del Gran Poder, ni las fotografías descoloridas de individuos de la familia y de niños muertos.
Una pierna que parecía de cartón chamuscado asomaba entre los escombros. Creyó ver otra vez á la vieja con los nietos agarrados á sus faldas. «Señor, ¿por qué huyen las gentes? La guerra es asunto de soldados. Nosotros no hacemos mal á nadie y nada debemos temer.» Media hora después, al bajar una cuesta, tuvo el más inesperado de los encuentros.
¿Quién? preguntó Pampa acercándose a la reja; señor no estando; niño, tampoco. Misia Casilda, en el umbral del gabinete, se asomaba, por la curiosidad de saber quién era... Que pase ese caballero, Pampa; déjale pasar.
¡Sí, es mucha Curra esa! dijo lastimeramente una señora vieja, avellanada, pringosa, que asomaba entre rasos y blondas, como en su papelillo calado un dulce de almíbar. Yo nunca creí que tuviera valor para presentarse aquí esta noche observó otra. ¡Bah!... A eso y mucho más llega su desvergüenza. ¿Su desvergüenza? preguntó Diógenes . ¿Y por qué? ¿Por qué?... Capaz serás tú de defenderla.
Palabra del Dia
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