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Actualizado: 12 de mayo de 2025
¡Sí..., sí quiero!... ¡Angelito!... Le daré un beso..., ¿verdad?... ¿Me dejas?... ¡Será el último, María!... ¡Le besaré el zapatito..., nada más que el zapatito!... ¡Anda, por Dios te lo pido, déjame!... Si no le dará asco...
Sentí algo semejante al miedo y al asco, y no supe más que murmurar: ¡Qué horror!
¿Pero dónde estará ese maldito perro? preguntó la Golondrina. Apenas os ha visto salir del carrizal ha desaparecido; parece que le dan asco las escopetas; pero yo juro que me las pagará, sí, me las pagará; volveré al pueblo y le daré pan con alfileres o con fósforos para que reviente. Todo esto lo decía la Golondrina poniéndose puñados de húmeda arena en las heridas que le había hecho Fortuna.
El prestamista, creyendo que se desmayaba, hizo traer un vaso de agua, que ella no quiso probar, porque le daba asco. El poder de una mujer que llora se vio en aquel caso; pues la peña de Torquemada se ablandó al fin, y la prórroga fue otorgada. «Pero le juro a usted, señora, que si el día 7...». El 7 no, el 10... El 8. Verdad es que el 8 es fiesta, la Virgen de... Setiembre.
Antes de que Roger pudiera explicarse resonó de nuevo la voz del irritado huésped: ¿Pero qué sentina es ésta? gritó. ¿No os pregunté al llegar, posadero de los demonios, si estaba vuestra casa limpia de sabandijas, para que pudiera alojarse en ella mi noble esposa sin asco ni molestias? Y os contesté, poderoso señor, que está limpia como una patena, replicó el otro humildemente.
No tengo verdadera religión..., pero por lo pronto... los amantes me dan asco... no quiero amantes...; esperaré a ver si vuelve la voz..., o si vuelves tú. Mochi es un mal hombre, un traidor, un miserable...; ya lo sabía, siempre lo supe. Pero tú..., no creí que lo fueras también. Bonis, no me abandones.... Yo... te quiero todavía..., más que antes, mucho más de veras.
ISIDORA. ¡Y cuánto me hace padecer! Si me río, cree que me burlo de él; si estoy seria, dice que no le quiero y que estoy pensando en otro. Si me canso, me llama fría, pedazo de mármol. Me toma cuenta del respirar, y si doy un suspiro, ¡ay Dios mío!, ya está armada la tempestad. ¡Y cómo me agobia! No sabe lo que es delicadeza. A veces quiere tenerla, y sus melifluidades me dan asco.
Pero sea lo que quiera del resultado ético de tales novelas, y aunque se diga, quizá con razón, que, más que a malos pensamientos, provocan a asco, siempre será verdad que el género es detestable, no ya por inmoral, sino por feo, repugnante, tabernario y extraño a toda cultura, así mundana como estética.
Algún tiempo... un par de añitos, por lo menos... Pues en tal caso, si el fraile pasa la noche de rodillas, «saperbleu!», se va a ensuciar su hábito blanco, y cuando vuelva al retrato, dará asco. Doña Inés lanzó una alegre carcajada; doña Brianda estiró su labio con una mueca de desdén y de fastidio...
Palabra del Dia
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