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Actualizado: 12 de mayo de 2025


Luego vino a sentarse de nuevo y siguió devorando lo que le ponían delante. Llegó el turno a los boquerones preparados expresamente para ella. Era uno de los gustos plebeyos que conservaba. Tantos engulló, que excitó la admiración y la risa de los comensales. Socorro dijo, sin embargo, por lo bajo a su querido, "que daba asco verla comer". Creía de buen tono padecer de dispepsia y comer poco.

Aquella mirada la resistían pocos; a unos les daba miedo, a otros asco; pero cuando algún audaz la sufría, el Magistral la humillaba cubriéndola con el telón carnoso de unos párpados anchos, gruesos, insignificantes, como es siempre la carne informe.

«¡Ah, no!...» Freya dió un salto hacia la puerta. Ella no podría comer al lado de este mueble inmundo, por el que había pasado lo peor de Nápoles. «¡Ah, no! ¡Qué ascoUlises estaba junto á la puerta, temiendo que los descubrimientos de Freya fuesen más allá, tapando con su espalda aquel cerrojo que era el orgullo del camarero.

Manso, pacífico, benigno, Valentín hubiera apurado un cáliz de hiel y veneno al oir mi revelación; no hubiera sido mi juez inexorable, sino hubiera acabado de ser mi víctima, y yo, réproba, llena de satánica soberbia, hubiera ahogado el manantial de la compasión y de la ternura con desdén, hasta con asco, de una resignación santa, que el demonio mismo me hubiera pintado como enervada flaqueza.

«Casi me alegro de esto decía , porque si no estuviera aquí estaría ya muerta de horror y asco...». Además, la prisión no podía durar, porque los jueces, ¡cosa evidente!, habrían de convencerse pronto de la inocencia de la pobrecita demandante.

No qué quieres decir con eso murmuró Ugarte; y, viendo que yo no replicaba, añadió cínicamente : La verdad es que la cartita te ha reventado. ¡Hombre! ¡Claro! ¿Y qué te ha dicho el capitán? Me ha dicho que le dan asco los denunciadores, y que por eso sólo nos debemos ir. Ugarte palideció. Y Allen, que había comprendido todo, exclamó: ¡Ah! ¿Es él el que nos ha denunciado?

Sin duda, este pecador está herido de muerte, pues vomita sangre por la boca. Pero, reparando un poco más en ello, echó de ver en la color, sabor y olor, que no era sangre, sino el bálsamo de la alcuza que él le había visto beber; y fue tanto el asco que tomó que, revolviéndosele el estómago, vomitó las tripas sobre su mismo señor, y quedaron entrambos como de perlas.

Gran cosa es la virtud, Fernandito: yo la admiro y la venero cuando sonríe y no se coloca en frente de la vida. Pero mi tierra, triste y con el alma muerta, es tan virtuosa, ¡tan virtuosa! que, créeme, ¡hijo mío!... tanta virtud me da asco.

¡Ah, el populacho! ¡Con qué asco hablaba Urquiola de la masa sin voluntad que se dejaba arrastrar por falsos sabios, de pretendida ciencia! Se indignaba pensando en la ceguera de aquel rebaño, que en los conflictos de la miseria se revolvía contra los sacerdotes y especialmente contra los jesuítas.

Yo conozco bien lo que son los pueblos de corto personal. Resulta que el alcalde, y si no el alcalde el médico y si no el juez, si lo hay, te hacen tilín, y no quiero decirte nada. En último caso, tanto te aburres, que te da un toque y caes con el señor cura... Quita, quita, ¡qué asco!

Palabra del Dia

bagani

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