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Actualizado: 12 de mayo de 2025


Daba asco. Bueno estaría empezar a querer en el mundo cerca de los treinta años... ¡y a un clérigo!... La vergüenza y algo de cólera encendían el rostro de Ana. ¡Pero ese hombre esperaría que yo... en mi vida!...». Como aquella tarde pasó muchos días la Regenta. Las mismas ideas cruzaban, combinadas de mil maneras, por su cerebro excitado.

Sin detenerme un solo día, sin pararme en ninguna parte, me trasladé a París. Esta población era para muy familiar, tenía en ella multitud de amigos y toda clase de medios para pasar la vida al galope por medio de placeres. Pero era el caso que los placeres no existían para . O por mejor decir, yo no existía para los placeres. ¡Me hastiaba todo! La amistad me daba risa. El amor asco.

Melia meditaba sentada en un banco, con la cabeza oculta entre las manos; pero cuando la levantó, el día, ya bastante adelantado, le permitió distinguir todos los objetos que la rodeaban, y se estremeció de horror y de asco.

Y ella misma no les haría asco. ¿Pues qué, no siendo con el conde de Onís, con quién mejor podía casar que con un hombre tan rico, tan formal, tan sano y tan ilustrado? Este último epíteto, proferido por Paco con grave continente, estuvo a punto de echar a perder el asunto, porque no faltó quien sofocase a duras penas la carcajada.

No pienses que la amistad y la admiración que me infundiste con tus embustes, se ha trocado en amor lascivo. Se ha trocado en asco. Si continúas aquí corres peligro de que te asesine. Sólo muriendo a mis manos y no gozándome conseguirás ya arrojarme en el infierno.

Robaban en Madrid, robaban en los campos veraniegos cuando salían de excursión a las ferias; pero todo había de ser nuevo, sin uso alguno. Su traje, aunque remendado y sucio, era suyo, lo habían hecho para sus cuerpos, y lo preferían, con toda su astrosidad, a las ropas usadas que fuesen mejores. Su estómago sufría antes el hambre que la náusea del asco.

Juanón y su camarada el de Trebujena esperaban resignados el último suplicio. No querían vivir, les daba asco la vida después de las amargas decepciones de la noche famosa.

Unas cosas leyó Leocadia con deseo de adivinarlas, otras con asco de entenderlas: hubo frases que cayeron sobre su pureza como cieno sobre nieve: luego, asustada, dejó el tomo y cerró el cajón, sintiendo al apartarse de allí una emoción intensa de pudor ofendido. La flor huía con asco de la babosa.

Más asco le daba barrer las inmundicias que dejaban allí aquellos osos de la cueva. Todo por su hijo; por ganar para pagarle la carrera, lo quería teólogo, nada de misa y olla.

«He ahí, pues, la cara de una persona que desea la muerte de su hermana» dije al ver reflejado mi lívido semblante. Y, sintiendo bruscamente asco de misma, di un golpe al vidrio con el puño; los dedos me sangraron, pero el espejo no se rompió. ¡Insensata de ! No sabía que en lo sucesivo el mundo entero no sería para sino el espejo de mi crimen. ¡Pero quizá no muera!

Palabra del Dia

bagani

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