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Actualizado: 12 de junio de 2025


El viejo Rogerio se arrodilló á su lado con aspecto sombrío, desconcertado, con un rostro en el cual parecía haberse extinguido la vida. ¡Has logrado escaparte de ! repetía con frecuencia. ¡Has logrado escaparte de ! ¡Que Dios te perdone! dijo el ministro. ¡ también has pecado gravemente! Apartó sus miradas moribundas del anciano, y las fijó en la mujer y la niña.

Después fue introducido el ataúd en el templo; la comitiva le acompañó, silenciosa, por la nave antigua, dividiéndose en dos filas cerca de las rejas del coro; el pueblo se arrodilló y comenzó la ceremonia. ¡Qué espectáculo ofrecía a mis ojos y qué sensaciones producía en mi corazón aquella pompa conmovedora que la religión ha colocado como un punto de reposo entre la muerte y la eternidad!

El torero, aprovechando la estupefacción del animal, quedó erguido a pocos pasos de su hocico, sacando el vientre como si le desafiase. Sintió «la corazonada» precursora feliz de sus grandes atrevimientos. Había que conquistar al público con un rasgo de audacia, y se arrodilló ante los cuernos con cierta precaución, pronto a levantarse al más leve intento de acometida. El toro permaneció quieto.

Entonces cerró los ojos con un ligero espanto, a tiempo que la envolvía la sensación de una dicha excesiva. Ardiéndole el rubor en las mejillas, fue a sentarse en un sillón, de espaldas al lecho. Julio se arrodilló y comenzó a sacarle, delicadamente, los zapatos blancos.

No citaré ninguno de esos casos; pero, ¿quién no recuerda en Bogotá la historia terrible de aquel anciano que habiendo ofendido involuntariamente a un hombre joven y de pasiones profundas, le pidió públicamente perdón, se arrodilló a los pies del arzobispo para que éste evitara el encuentro a que su adversario lo incitaba de una manera implacable; hizo, en una palabra, cuanto es dado hacer a un hombre para aplacar a otro?

Carmencita tendía desolada sus manos en las tinieblas, a tientas en su senda, otra vez nublada por densa nube. Así andando, despavorida entre la sombra, llegó a la parroquia de la aldea, y se arrodilló delante de un confesonario.

Mamá preguntó Ramón divagando todavía con los pensamientos delirantes de su enfermedad ¿quién habrá puesto ahí esas flores tan temprano?... ¿No podría ser el hada madrina?... No, hijo mío. Esas flores las puso la madre de Lita, que estuvo aquí antes que nosotros; no lo dudes. ¿Cómo lo sabes? Porque soy tu madre. Ramón se arrodilló, se persignó y dejó sus rosas blancas junto a las otras flores.

Allí se arrodilló, se echó sobre el vientre, para espiar por entre las cañas como un beduíno al acecho, y pasados algunos minutos volvió á correr, perdiéndose en aquel dédalo de sendas, cada una de las cuales conducía á una barraca, á un campo donde se encorvaban los hombres haciendo brillar en el aire su azadón como un relámpago de acero.

Siguió apretando el gatillo, y los tiros hicieron desaparecer á aquellos facinerosos, unos corriendo, otros balanceándose dolorosamente, mientras de las callejuelas cercanas empezaba á salir gente. Mina se arrodilló junto á su marido. ¡Oh, Lionel! ¡Mi rey!... ¿Te han matado? Cuando, semanas después, pudieron salir de Marsella, la vida conyugal era otra.

13 Porque Salomón había hecho un púlpito de bronce, de cinco codos de largo, y de cinco codos de ancho, y de altura de tres codos, y lo había puesto en medio del atrio; y se puso sobre él, y se arrodilló delante de toda la congregación de Israel, y extendiendo sus manos al cielo, dijo:

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