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Actualizado: 3 de mayo de 2025


En la cárcel, y agobiado por sus pasiones, se ostenta en toda su plenitud el carácter del Príncipe, y mientras que, ya arrastrado por la ira, ya por el dolor ó el arrepentimiento, yace en su lecho, se le aparece una figura, que es su propio retrato, pero con rostro cadavérico, con una corona hecha pedazos en las manos y profetizándole su próximo fin.

Si nos admira en este drama el desarrollo de la fábula, por el ingenio delicado de su autor, no nos encanta menos su argumento principal por los caracteres de Don Carlos y de Leonor, trazados con tanta fuerza como gracia: el del uno, de nobles y magnánimos pensamientos, y arrastrado, no obstante, por esas mismas cualidades á concebir sospechas injustas, y el de Leonor, por su dulzura y por su afecto constante á aquél, que tanto la ofende.

A buscar vuestro aposento, cuando vos me encontrasteis en ese oscuro pasadizo iba, resuelto a pediros con todas las ansias de mi alma me perdonaseis la injuria, que, sin ser yo poderoso a evitarlo, en un momento de turbación y de ceguedad, arrastrado por no qué tentación invencible, sin que mi alma en ello tomase parte alguna, ni determinación mi voluntad, ni satisfacción mi deseo, os he hecho.

Arrastrado por su entusiasmo enumeraba al sacerdote, como si éste fuese un cultivador, todas las operaciones que durante el año había que realizar con aquella tierra, sometida a un continuo trabajo para que diese su dulce sangre. En los tres meses últimos del año se abrían las piletas, los hoyos en torno de las cepas para que recibiesen la lluvia: a esta labor la llamaban Chata.

El príncipe se vió arrastrado por los sucesos de un modo brusco. Una fuerza misteriosa é irresistible le empujaba, le hacía perder el equilibrio en lo más alto de aquella vida tan dulce, tan amplia, coronada de un halo de gloria.

El profesor hablaba del oro arrastrado por las lluvias hirvientes de la creación planetaria y que estaba disuelto en el mar.

Conozco tu corazón confiado, noble, afectuoso y perfectamente la herida profunda que ha de abrir en él un desengaño... Pero... yo no puedo olvidar que eres mi hermano, que mi mujer lleva tu nombre y que tengo el sagrado deber de velar por que este nombre no sea arrastrado por el suelo... Yo no quiero añadió exaltándose que este nombre, que ha de llevar también mi hijo, sirva de burla y escarnio a la gente.

El viento, dócil vehículo, la subía y la bajaba según su deseo, andando siempre, y pasaban valles, ríos, montes, colinas, pueblos, sin parar nunca. En su viaje, la pluma no cesaba de admirar cuanto veía. Los pájaros pasaban cantando junto á ella; las mariposas se detenían, mirandola con asombro, no acertando á comprender si era cosa viva o un objeto arrastrado por el viento.

Debía, en su caída, haberse agarrado de los montantes de la parihuela sobre la cual habían puesto a la muerta y arrastrado todo consigo, pues, sobre él, entre tablas rotas, el cadáver estaba extendido, en su larga camisa, con su rostro helado sobre el de Roberto, y los desnudos brazos sobre la frente de éste. En ese momento, Roberto recuperó el sentido y se enderezó.

Todo el club estaba reconcentrado en la sala del baccará. Miguel lamentó que Castro no estuviese en el Sporting. Hubieran charlado como en la tarde que Alicia logró asirse por primera vez á las alas de oro de la Quimera. Tal vez su ausencia era por orden de «la Generala». El también había venido aquí arrastrado por una mujer. Un sordo rumor llegó de la sala de juego.

Palabra del Dia

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