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Actualizado: 3 de mayo de 2025
Dimmesdale era de suyo un rico tesoro, de modo que el oyente, aunque no comprendiera nada del idioma en que el orador hablaba, podía sin embargo sentirse arrastrado por el simple sonido y cadencia de las palabras. Como toda otra música respiraban pasión y vehemencia, y despertaban emociones ya tiernas, ya elevadas, en una lengua que todos podían entender.
Yo siempre he creído a mi primo tan inofensivo como una paloma; pero los que le rodean no lo son. Como la mariposa es impulsada al fuego por un secreto anhelo de quemarse, mi primo Primitivo es arrastrado a los clubs por un desdichado prurito de bullanga que puede en él más que la razón, si es que razón hay dentro de aquella cabeza.
En luchas de tal índole, voluntades contra voluntades, yo me siento arrastrado a la violencia. MARQU
Luego, con el arrastrado oficio que uno trae y la vida que uno se busca para ir tirando con él sin morirse de pesadumbre..., ya ves tú, se borra muy pronto de la memoria todo lo que no cala muy adentro.
Ya no se indignaba: parecía aterrado por las palabras de Luna. ¡Gabriel!, ¡hijo mío! exclamó . Eres más verde de lo que yo creía. Piensa en dónde estás; fíjate en lo que dices. Estamos en la Iglesia Primada de las Españas.... Pero Luna había tomado impulso al remover sus recuerdos históricos y no se detenía, arrastrado por su ardor de propagandista.
Lázaro moderó el paso. Ande usted un poco más dijo después, aligerándose de peso, hasta el punto de que él se sintió arrastrado. Lázaro avivó el paso. ¡Qué noche tan clara! exclamó ella deteniéndose y mirando al cielo. Lázaro se detuvo y miró al cielo. Las otras dos marchaban detrás á alguna distancia. Nunca he visto una noche así.
Y sin embargo, de los tales sucesos y personas, que aparecen vulgarísimos al empezar la narración, brota y se desenvuelve luego la encantadora poesía. Don Antonio, el principal personaje, el dueño de los cuatro ochavos, se nos muestra al principio tímido, engreído con sus riquezas, egoísta y hasta pervertido y vicioso, no arrastrado por pasiones violentas, sino por debilidad de carácter.
¡Precioso, precioso! repetía el Duque con su acento arrastrado, enfilando el monocle principalmente a las giraldillas. El duque de Tornos decía una verdad. Pocos espectáculos tan bellos y risueños podían ofrecerse en paraje alguno de la tierra. La romería, antes de morir, se agitaba con un frenesí de alegría ruidosa.
Es de noche; entra en la alcoba, y ve durmiendo en su lecho á un hombre y á una mujer: arrastrado por sus rabiosos celos, saca un puñal y atraviesa con él á ambos. Cuando se dispone á abandonar la alcoba, se le presenta Laurencia. Pregúntale entonces: ¿Quién son dos que ocupan Mi noble lecho? Pues son, esposo, tus padres, Que en busca tuya han venido Pasando montes y valles.
Pues mira, ¡arrastrado!, no tienes más que empezar contestaba la mozuela, puesta en jarras y mirando entre ceja y ceja a su víctima. Cuentan que una vez fué el pulpero a querellarse ante el provisor y a solicitar divorcio, alegando que su conjunta lo trataba mal. ¡Hombre de Dios! ¿Acaso te pega? le preguntó su señoría. No, señor contestó el pobre diablo , no me pega..., pero me la pega.
Palabra del Dia
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