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Actualizado: 22 de junio de 2025


Entonces el rey dijo para : Si este hombre puede hacerme un palacio tan magnífico, puede hacer lo mismo para otro rey. Yo no quiero que otro rey tenga un palacio tan bueno, tan magnífico, como el mío. 10 ¿Qué haré? Un día convidó a comer al arquitecto famoso y le preguntó si podría hacer otro palacio como el que había concluido. El arquitecto contestó que .

No importa; después de aquello le tomaron más gusto á su tierra, y descendían de su montaña todos los domingos para sentarse al pie de la pared. A fuerza de medir la punta, acabaron por descubrir un error del arquitecto, aturdido por las prisas de la princesa. Se había equivocado en cincuenta centímetros, y la mitad del grosor del muro estaba en tierra de los viejos.

Luchaba bravamente procurando representarse a todas horas las verdades sublimes de la religión, la idea de un Dios padre de las almas, arquitecto y director del Universo, a quien ofenden nuestros pecados, a quien ablandan nuestras súplicas y nuestras lágrimas; se agarraba con toda su alma a estas firmes doctrinas; estaba un día entero unido con fervoroso anhelo a ellas; pero cuando más descuidado se hallaba, un pensamiento impío, fatal, caía en su cerebro y lo volvía todo del revés.

Toda ciencia ha menester un punto de apoyo; y quien se encarga de profesarla, busca con tanto cuidado este punto, como el arquitecto asienta el fundamento sobre el cual ha de levantar el edificio.

La leyenda popular cuenta que el diablo, en la época de la fundacion, juró que jamas dejaría terminar la basílica, ni conocer el nombre del arquitecto que concibió y trazó su plan, y eso en venganza de cierta pilatuna jesuitica que diz que le jugaron el obispo y los canónigos á Su Majestad Calientísima el rey de los infiernos.

Admiraba por este tiempo con sus resaltos, retruécanos y enorme hojarasca, un arquitecto, maestro mayor de Madrid, llamado D. Francisco Hurtado Izquierdo, que habia construido la capilla del Sagrario de la Cartuja del Paular: profesor contemporáneo del famoso Churriguera, con quien rivalizaba en el desarreglo de la fantasía.

Ocupaban los diputados el pavimento, la presidencia el presbiterio y los altares estaban cubiertos con cortinones de damasco, que los escondían, lo mismo que a las imágenes, de la vista del público, como objetos que no habían de tener aplicación por el momento. El arquitecto Prast, reformador del edificio, discurrió también sin duda que a los santos no les haría mucha gracia aquello.

La lectura de los infinitos documentos referentes á aquella, que han pasado por nuestras manos, ofrece como marcas generales las de la S y el clavo que colocaban en el centro de dicha letra verticalmente y las de los nombres y apellidos de los dueños seguidos á veces hasta de la profesión de aquel como se ha visto en la morisca que perteneció al que hoy llamaríamos arquitecto municipal.

Los barberos eran mujeres y pasaban de una docena. El más antiguo de ellos, de pie en uno de los hombros y rodeado de sus camaradas, daba órdenes como un arquitecto que, montado en un andamio, examina y dispone la reparación de una catedral. Empezaron los hombres de fuerza á tirar de otras cuerdas para subir al extremo de ellas grandes cubos llenos de un líquido blanco y espeso.

Quiso en el primer momento que la entrevista fuese en la Universidad, y para ello habría tenido usted que entrar en el edificio pasando una pierna por encima de los tejados, y después la segunda pierna, hasta quedar de pie en el patio central. Pero el arquitecto universitario se ha opuesto, temiendo por la integridad de los techos, que son algo viejos.

Palabra del Dia

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