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Actualizado: 14 de junio de 2025


Este consistía, como ya sabemos, en acciones de una fábrica de pólvora y en títulos de la Deuda. Unos y otros documentos guardábalos su madre en un cofrecito de hierro dentro de su armario. Cuando murió, el pariente de los chicos a quien correspondía la tutela vino a examinarlos y tomó nota de ellos.

Y oyó una voz, la voz de su mujer muerta hacía veinte años, que le llamaba a gritos: «¡Roque! ¡Roque! ¡RoqueeeLos dientes del alcalde chocaron de terror. Dejó de ver el armario, las paredes de la alcoba, los objetos que tenía en torno, y en su lugar percibió un millón de luces de todos colores que al principio estaban inmóviles, después comenzaron a bailar con extremada violencia.

Cuando Pablo Aquiles volvió del cementerio, se encerró en el despacho de su padre; la idea de que hubiera hecho testamento le preocupaba. Buscó y rebuscó sin encontrar nada; nada había tampoco en el armario de caoba, que registró luego, tapándose las narices a causa del olor desagradable de ácido fénico, que saturaba la atmósfera del cuarto mortuorio.

Y ahora me vuelvo a mi escondrijo, hasta que pueda salir de él vestida de persona mayor... ¡Ah!... se me olvidaba añadió después de haber retirado un poco la carita del ventanillo : he visto en el armario unas flores iguales a las que llevaba en el pecho esta mañana, si no son las mismas... Lo son, respondió Leto hecho una grana, como si le hubieran achacado el robo de un panecillo.

No las tires: guárdalas en ese armario abierto... por si pregunta por ellas... ¿Se siente usted mejor, Nieves? ¿Quiere usted otro poco de la misma bebida para acabar de reaccionarse?... ¡Mira, Cornias, qué fortuna en medio de todo! Ya vuelve en ... ya está en sus cabales... ¡Bendito sea Dios!

, el Escorial me ha probado siempre bien repuso la señora sin apartar su mirada distraída del horizonte. ¿Por qué no viene más a menudo? se atrevió a preguntar la mimada doncellita. Elena no contestó. Al cabo de un rato apartó los ojos del paisaje y los volvió al armario de espejo que tenía delante.

Olor de polilla y de flores mustias y de perfumería podrida y descompuesta por la vejez, salía de aquellos despojos. Veíanse también por el suelo, junto al armario, zapatos y botitas apenas usados, y un corsé cuyo cordón suelto describía rúbricas por el suelo. Mirando esto, la marquesa recordó el más triste detalle de aquel día triste.

«Esta gran fortuna, continuó nuestro hermano Jerónimo, está encerrada en un cofre que está guardado en aquel armario que no se ha abierto hace veinticuatro años . ¿Pero qué contiene ese cofre? pregunté á Jerónimo . No lo , contestó; sólo que pesa mucho, y que cuando me le entregaron vi meter en él, como si se hubiesen olvidado, algunos papeles: aquellos papeles parecían como escrituras

Fué un verdadero apuro para ellos. Raimundo no tenía frac, Aurelia no poseía tampoco un guardarropa muy provisto. Sin embargo, fueron. Un pariente prestó al joven su frac: Aurelia se puso los mejores trapitos del armario. Al día siguiente Raimundo se encargó un traje de etiqueta en la mejor sastrería de Madrid.

¿Me da vuecencia venia para entrar? decía una voz poco firme y contrariada á la puerta de la cámara del duque de Lerma. Dejad ese despacho, Santos dijo el duque de Lerma á un secretario que trabajaba con él y enviad á buscar á mi sobrino el conde de Olivares. Levantóse el secretario, arregló los papeles, los puso en una carpeta y luego aquella carpeta en un armario. Después salió.

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