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Actualizado: 3 de junio de 2025
Tenía por mundo aquellas cuatro paredes, de un triste blanco de hueso, cuyas grietas y desconchaduras se sabía de memoria; su sol era el alto ventanillo cruzado por hierros que cortaban la azul mancha del cielo; y del suelo de ocho pasos apenas si era suya la mitad, por culpa de aquella cadena escandalosa y chillona, cuya argolla, incrustándosele en el tobillo, había llegado casi a amalgamarse con su carne.
Zeugma análoga a la observada, entre otros casos, en el v. 2301 de El Remedio. Era un lugar común alabar en los amantes la delicadeza del afecto, como de cortesano, y la firmeza, como de labrador: "labradora en guardar fe." Vélez, Reinar después de morir. cabe, golpe, término tomado del juego de la argolla. pescuda, pregunta. "¡Qué donoso pescudar! ¿De dó soys? ¿A dó venís?"
Á su puerta se detuvo el joven, contemplando distraídamente un caballo ensillado que allí esperaba piafando, atado á una gruesa argolla fija en la pared. Era la primera vez que el descendiente de los Clinton de Munster entraba en un mesón y preguntábase qué clase de gentes serían sus compañeros de hospedaje y qué recibimiento le harían.
No, la policía es un hecho puramente exterior, y de este orígen no pueden provenir las altas razones morales, religiosas, políticas y económicas, que marcan los grados de sociabilidad en todos los pueblos de la tierra, sociabilidad que es el gran círculo donde todos los hechos humanos se contienen, las costumbres tambien. No; la represion hace lo que una argolla.
PEPA. Yo lo he visto; sin duda le habrá reprochado algún crimen. UN HOMBRE. ¡Ah! Por fin el maldito está en el sillón. OTRO. ¡Alabado sea Dios! Ya le ponen el cuello en la argolla. JUANA. ¡Santa Virgen! ¡Ya van a matarle! Pero... UN HOMBRE. ¿Y qué?... JUANA. Es que nos estafan, nos roban... ¿y la mano? EL PUEBLO. ¡Es verdad, que le corten la mano! EL ALCALDE. Es justo, lo habíamos olvidado.
Esposas, látigos, calaveras, rosarios y cirios completaban el adorno; abajo ardía una hoguera en torno a un poste con argolla y figuraba una caperuza como un embudo adornada de serpientes, sapos y cabezas cornudas.
Redújose á un círculo de latón de un palmo de diámetro y medio dedo de grueso, aunque solía dársele más, porque para algunos pilotos, cuanto más pesado por mejor la tenían. Pendía de una argolla por la que se introducía el dedo pulgar de la mano derecha, dejándolo colgar libremente.
Llegados al patín que cerraba el grave claustro, Nucha señaló a un pilar que tenía incrustada una argolla de hierro, de la cual colgaba aún un eslabón comido de orín. ¿Sabe usted qué era esto? murmuró con apagada voz. No sé respondió Julián.
Procedimos a ello, es decir, procedí yo, porque mi pobre tío no estaba para moverse de la silla, y a duras penas logró sacar de la argolla la llave de la arqueta después de cerrada y abierta por mí varias veces bajo su dirección, para que no se me olvidara el secreto de la cerradura, y mientras iba yo colocando cada cosa en su sitio y trancaba la alacena, cuya llave quiso separar también del llavero, y separé yo al fin, a sus instancias, por no tener él fuerzas ni paciencia para hacerlo.
Llegados al puerto, se dirigió a un quechemarín que estaba atado a una argolla, y bajó a él. No hay nadie. ¡Es magnífico! Hala, bajad. ¿Aquí? pregunté yo en el colmo del asombro. ¿Por qué no? ¿Qué importa robar un bote o un barco de vela? Es lo mismo. En el fondo tenía razón. Soltamos la amarra, y los tres, apoyándonos en la pared de un malecón, sacamos el queche fuera del puerto.
Palabra del Dia
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