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Actualizado: 24 de mayo de 2025


Recordó pasajes semejantes que había leído en las historias de caballería, y pensó que todo aquello debía ser el principio de algún episodio memorable, digno de ser recordado en los venideros tiempos. Si mi constelación decíase ahora a mismo no anuncia que he de morir de esta guisa, todos los ardides serán vanos. Si, por el contrario, éste ha de ser mi acabar, ¿a qué resistirme?

Si lo sacaba de las aguas de la corrupción, «¡qué victoria, señores, pero qué pesca!». En otros casos semejantes, aunque no de tanta importancia, en los cuales había él mangoneado con todos sus ardides apostólicos, alcanzó éxitos de relumbrón que le hicieron objeto de envidia entre el clero toledano.

Por tu corazon de hierro y tu sonrisa de vibora, por tus ardides fatales, por tus miradas enganosas, por tu alma hipocrita, por tus artificios seductores y tu falsa sensibilidad, por el placer que encuentras en el dolor de los otros, por la fraternidad con Cain, vengo a condenarte a que seas tu mismo tu infierno.

Don Quijote, a grandes voces, decía: -Teneos, señores, teneos, que no es razón toméis venganza de los agravios que el amor nos hace; y advertid que el amor y la guerra son una misma cosa, y así como en la guerra es cosa lícita y acostumbrada usar de ardides y estratagemas para vencer al enemigo, así en las contiendas y competencias amorosas se tienen por buenos los embustes y marañas que se hacen para conseguir el fin que se desea, como no sean en menoscabo y deshonra de la cosa amada.

No la quiere porque no te lo ha dicho... ¿Qué sabes de eso, hija mía? ¿Tienes acaso idea de los ardides, de la perfidia, de los disimulos y malignas artes que usa la seducción? Inés es inocente repitió cruzando las manos . Algún otro motivo la habrá impulsado a abandonarnos, pero no el amor de lord Gray. No, lord Gray no la ama. ¿Cree usted en los Evangelios?

Viniendo, como dige, de arribada, Pensando entrar en Santos, toma tierra Tres leguas mas atras: siendo avisada La gente sale á priesa de la sierra: En la falda formaron emboscada, Ardides necesarios en la guerra. El Luterano viene descuidado, Pensando que será bien hospedado.

Confieso, con la ingenuidad que me es característica, que he tenido tentaciones de pintar al Conde de Alhedín como a un seductor perverso, endemoniado y profundo en sus ardides y planes de guerra. «De esta suerte me decía yo cuando iban ocurriendo estas cosas y yo mismo no estaba aún en el secreto , si doña Beatriz ha sido en efecto seducida, su caída tendrá cierta disculpa, y, si no lo ha sido, su triunfo será más glorioso y memorable

Como los cuartos se trocaron en reales y los reales en doblones, la dueña se fue ablandando como correaje en el unto, y el mancebo pudo contar, en la misma alcoba de su amada, con una nueva Celestina de prodigiosos ardides. El rumor de aquel violento desaire corrió por la ciudad y fue el origen de un odio acerbo entre las dos familias. Doña Urraca tomó a su cargo la venganza.

Gran marino, pero mediocre hombre de pelea, acostumbrado al tranquilo manejo de las cartas de navegar, al examen de los pilotos en la «Casa de Contratación» de Sevilla, y sin experiencia en los ardides de la guerra indiana, había bajado a tierra creyendo en los signos de paz de los indígenas, y éstos lo habían asesinado a la vista de sus gentes en las orillas del mismo río que acababa de descubrir, asando luego su cuerpo para devorarlo en sagrado banquete.

Más de uno comía del mendrugo que hurtaba su paje, y suspiraba con digna tristeza, bajo la capa, al aspirar, de paso, el sabroso calor de las pastelerías. El estudiante imitó, para vivir, los ardides perrunos. Sus piernas de lebrel eran el terror del comercio. Fue entonces el glorioso tiempo de la olla común. Los conventos se hincharon de monjes; sus porterías, de sopistas.

Palabra del Dia

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