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Actualizado: 2 de julio de 2025
Maldito si oigo una palabra de ella; estoy embargado por una idea horrible que ha entrado en mi mente con la rapidez del rayo y que no me deja ya: «Ella va a decir no. Ella va a decir no...» Y, cuanto más se acerca el momento decisivo, tanto más me aprieta el miedo la garganta. Al fin, ya no dudo absolutamente de que ella va a decir no.
Y me dije: «¡Dios sabe dónde le aprieta el zapato!» Juan no quiere escuchar más; sin una palabra de agradecimiento se lanza fuera. La cortina que cubre la entrada de la tienda de los Felshammer está completamente corrida. Juan escucha un instante. Un ligero rumor de llanto, mezclado con la voz de Martín que trata de apaciguar a su mujer, llega hasta él del interior.
Tiene el chico en brazos, y cuando le hablan de amas o de que ella se está secando, le aprieta, le aprieta tanto contra sí, que me temo que en una de estas le ahogue. Todo sea por Dios... Entraré a ver a la fiera, y trataremos de amansarla.
Para ustedes... Ustedes son tan pobrecitos como los que yo visito en las afueras... Pero no llore usted: ya vendrán días mejores; Dios aprieta, pero no ahoga. Y reía de su caritativa malicia, que quedaba en el misterio, sin que el señor de Maltrana pudiese sospecharla. El joven también debía sus favores al «santo». Señor Vicente, con este mes ya van tres que no le pago.
El socorro que digo, pues, venido Alegra nuestro ejército hambriento, Y en gozo y en placer es convertido, El pasado dolor y gran lamento: Mas nuestro Yamandú ya arrepentido, De estarse con nosotros tan de asiento, En una tenebrosa noche y prieta, Sin nadie lo sentir, huyendo aprieta.
Se nos olvidó, y mire las resultas.... Anda, desgraciada, cómprate ahí la paciencia y usala a pasto, que te irá bien. Lo dicho: paciencia, y más paciencia; y nada de esquelitas de tapadijo. ¿Quién la mete a ella a predicadora? Y no afligirse: Dios aprieta, pero no va a ahogar, que no es ningún verdugo; y puede que cuando menos pienses, te mande consuelos, así, de regalo, y no por tus méritos.
Juan anda como en un sueño. Apenas se atreve a fijar sus miradas en Gertrudis; un miedo misterioso lo y le aprieta el pecho como un cinto de hierro. Estás muy serio hoy murmura ella acercando su rostro al brazo de su caballero. El no responde. ¿He hecho algo que te haya disgustado? Nada, nada balbucea Juan. Bailemos entonces.
No hay cosa mas perniciosa que el dinero recogido para la defensa comun, desperdiciarle en gastos voluntarios, y cuando la necesidad aprieta, acudir á nuevas impuestos y pechos, dando por razon y causa justa el aprieto la falta que nace de sus excesos y demasías.
Nuestras tres avecillas tenían casa, pero no con qué pagarla, pues Melchor había dejado las arcas en tal estado de pulcritud, que no se encontraba en ellas rastros de moneda alguna. «Dios aprieta, pero no ahoga», dijo Relimpio. Isidora, para atender a las apremiantes necesidades de cada día, empezó a despojarse de su ropa. No era la primera vez que tenía que desnudarse para comer.
Se me aprieta la garganta, y los ojos se me llenan de lágrimas. ¡Decirme a mí esto, a mí, que me estoy condenando por él...! Pero, Señor, ¡qué culpa tendré yo de que esa niña bonita sea ángel! Hasta la virtud sirve para darme a mí en la cabeza. ¡Ingrato!». Reproducción de algo que ella le había contestado: «Mira; no lo tomes tan a pechos. Podrá ser mentira. ¿Yo qué sé?
Palabra del Dia
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