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Actualizado: 2 de junio de 2025


Conocímonos en Tetuán, dentro de una mazmorra; hemos sido amigos, y corrido una misma fortuna mucho tiempo; y, para diez o doce cuartos que apenas nos han ofrecido de limosna sobre el lienzo, mucho nos aprieta el señor alcalde.

No ha venido más que Juana Rosa a peinarme, y con ella se fue mi Andrea. Van a comer juntas en casa de su tía. De modo que estás como los camaleones. No te apures, que Dios aprieta, pero no ahoga, y aquí estoy yo para que no ayunes más de la cuenta, que el cielo bien ganado te lo tienes ya... Siento una tosecilla... ¿Ha venido ese caballero? : ahí está desde las diez.

Aprieta los dientes y fija sus miradas ardorosas en la cortina, atravesada por un débil resplandor rojizo. ¡Juan! grita de nuevo la voz de su hermano. ¿Qué hay? Anda a ver si nuestro carruaje está ahí cerca. Cumple lo que le ordenan. ¡Sólo sirve para hacer recados! Recorre la fila de carruajes y, no encontrando lo que busca, vuelve a la tienda. La cortina aparece levantada ya.

Ella consigue apoderarse de mis manos y las besa, murmurando entre gemidos: No lo dejes salir. Quiere matarse... quiere matarse... ¿Y por qué quieres matarte, hijo mío? pregunto. Si tienes sobre ella derechos más antiguos que los míos ¿por qué no los has hecho valer? ¿Por qué has engañado a tu mejor amigo? El se aprieta la frente con los puños y no dice una palabra.

Con tal de que lo hagamos bien nos haremos ricos. ¡La señal es un disparo! ¡Aprieta, aprieta! murmuró Camaroncocido sacudiendo los dedos; allá el General, y aquí el P. Salví... ¡Pobre país!... Pero ¿y á qué? Y encogiéndose de hombros y escupiendo al mismo tiempo, dos gestos que en él eran los signos de la mayor indiferencia, prosiguió sus observaciones...

El sacerdote se arroja en los brazos del condenado; el verdugo se aproxima y pone al cuello de la víctima la argolla; aprieta después el torniquete que hay en la parte posterior y oprime violentamente el cuello del paciente.

Al oirme, suelta sus manos, ríe, se aprieta los ijares, alborota la calle, y pónenos á entrambos en escena. ¡Bien, mi amigo! ¿Pues en qué me has conocido? ¿Quién pudiera sino ... ¿Has venido ya de tu Vizcaya? No, Braulio, no he venido. Siempre el mismo genio. ¿Qué quieres? es la pregunta del español. ¡Cuánto me alegro de que estés aquí! ¡Sabes que mañana son mis días? Te los deseo muy felices.

Entró con la cabeza gacha como siempre y, espatarrándose bajo el dintel de la puerta, preguntó: Concha, ¿no habrá de qué, que comer, por ahí? ¿Tanto te aprieta la gazuza, Manín? respondió la costurera riendo. El aldeano abrió desmesuradamente la boca para reír también. Así Dios me salve, no puedo aguantar un menuto más.

La contempla largo rato, la vuelve repetidas veces, ora aprieta con el dedo, ora forcejea con la uña, hasta que al fin permanece un instante inmóbil y dice: «aquí está el resorte, ya está abiertaCarácter de las inteligencias elevadas. Notable doctrina de santo Tomas de Aquino.

28 Porque decía: Si tocare tan solamente su vestido, seré salva. 29 Luego la fuente de su sangre se secó; y sintió en el cuerpo que era sana de aquel azote. 30 Y luego Jesús, conociendo en mismo la virtud que había salido de él, volviéndose a la multitud, dijo: ¿Quién ha tocado mis vestidos? 31 Le dijeron sus discípulos: Ves que la multitud te aprieta, y dices: ¿Quién me ha tocado?

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