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Actualizado: 11 de mayo de 2025
Lo dejó sobre la mesa con miedo y con ciertas precauciones. Ana entró en el despacho. Vestía hábito del Carmen. Seguía pálida, pero había vuelto a engordar un poco. A Mesía le latió el corazón y se le apretó la garganta, con lo que se asustó no poco. Aquella mujer despertaba en él, ahora, una ira sorda mezclada de un deseo intenso, doloroso.
Le apretó la diestra, hizo un signo de adiós, y bajando la cabeza espoleó á su caballo, perdiéndose en la noche, que empezaba á nacer. Marchó Watson hacia el pueblo, sintiendo en su interior la comezón de una conciencia que empieza á perder su tranquilidad.
Barragán después de esquivarse llegó a la calle del Arenal y corrió derecho a la casa de Tristán, subió en cuatro saltos la escalera y apretó el timbre de la puerta hasta que vinieron a abrirle. Aquel repique prolongado y angustioso a las once de la noche sobresaltó a Tristán que vivía siempre bajo el temor de una desgracia inmediata.
La querida de Salabert se acercó a ellos sonriente, saludándoles con efusión, particularmente a Pepe Castro. Este le apretó la mano sin perder de su gravedad ni separar la boquilla de los dientes, lo mismo que a un camarada a quien se acaba de ver en el café. ¿Adónde vais, granujas? Pues a casa de Calderón a pasar un rato. Venid conmigo. Voy a comprar un joyero.
El puñal cayó a los pies de Kernok; se pasó la mano por su frente ardiente y se apretó las sienes con tal fuerza, que la huella de sus señas quedó impresa en ellas. Apenas si se sostenía y tuvo que apoyarse contra el muro.
Verla y sentir un miedo muy grande, pero muy grande, fue todo uno. «¡Si mi tía lo sabe...!». Pero del miedo salió al instante la reacción de valor, y apretó los puños debajo de la capa, los apretó tanto que le dolieron los dedos. «Si mi tía se opone, que se oponga y que se vaya a los demonios». Nunca, ni aun con el pensamiento, había hablado Maximiliano de doña Lupe con tan poco respeto.
Y como doña Clara, yo tengo también un presentimiento. ¡Dios quiera que quede en imaginación y en miedo, que tal podría suceder, que no lo olvidásemos en mucho tiempo! Y don Francisco apretó cuanto pudo el paso, y llegó al fin casa de la Dorotea. Llamó con la misma desenvoltura que si á la puerta de su casa hubiera llamado. Pedro contestó desde arriba. Quevedo intimó que le abriesen.
Maxi contestó con la misma risa insana y delirante; viendo lo cual el polizonte, apretó la zarpa, como expresión de los rigores que la justicia humana debe emplear con los criminales. «¿Y el agresor?». ¡Machacárselo!... Llegó a la Casa de Socorro, ya con una procesión de gente tras sí.
El tío Frasquito tenía su habitación en el piso cuarto, y al llegar al segundo, notó con sobresalto que alguien le seguía por la escalera... Apretó el paso azorado, y mirando por el rabillo del ojo, descubrió al marqués de Sabadell que subía de dos en dos los escalones, para alcanzarle sin duda. ¡Santo Dios, y qué apuro tan grande!
Guimarán volvió a temblar; sintió la humedad de los pies de nuevo... y apretó el paso. Hubo más, se le figuró que le seguían; que a veces le tocaban sutilmente las faldas de la levita y el cabello del cogote.... Y como estaba solo, seguramente solo... no tuvo inconveniente en emprender por la cuesta abajo un trote ligero, con el paraguas debajo del brazo.
Palabra del Dia
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