United States or Sint Maarten ? Vote for the TOP Country of the Week !


Buscó con la vista a Martínez y viole a diez pasos de distancia, con la cabezota ladeada, apoyado en su garrote, y su risa de paleto sobre los labios, recibiendo también sus homenajes. Un grupo de palaciegos le rodeaba, oprimiéndose y estrujándose por estrechar su velluda manaza entre las suyas finas y enguantadas, al compás de previsoras lisonjas.

Después de la comida en Rosalinda, al encontrarse de nuevo en la hospedería del Sol de Oro, ¿no había por un momento sentido la ilusión de verse a mismo apoyado de codos en la ventana de su antiguo cuarto? ¿No explicaba también esta singular semejanza la espontánea simpatía de la señora Liénard, apenas se vieron en casa de su amigo el inspector?

Y apoyado en el brazo de su fiel criado, el anciano tomó el camino del cementerio para ir, como todos los días, a dar las buenas noches a Magdalena. Al siguiente día se presentó Amaury en casa del conde de Mengis, el cual no era un extraño para él, por haberle visto más de veinte veces en casa del doctor Avrigny.

¡Mujer! no abuses de la clemencia del cielo, exclamó el Reverendo Sr. Wilson con acento más áspero que antes. Esa tierna niña con su débil vocecita ha apoyado y confirmado el consejo que has oído de los labios del Reverendo Dimmesdale. ¡Pronuncia el nombre! Eso, y tu arrepentimiento, pueden servir para que te libren de la letra escarlata que llevas en el vestido.

Luego añadió, como si recordase algo de escasa importancia: Esta noche ya no «trabaja» su nieto.... ¡Se acabó! Todo es nuevo. Pero la representación vale la pena. ¿Qué?... La vieja había apoyado la espalda en el muro, intensamente pálida, con los ojos desmesuradamente abiertos. El empleado fué dando explicaciones para contestar á su exclamación angustiosa.

Subía el carruaje de la princesa Flavia el pendiente camino del castillo, con el General cabalgando al estribo y rogándole todavía que volviese a Tarlein, a tiempo que Federico y el supuesto prisionero de Zenda llegaban al lindero del bosque. Al recobrar el sentido me puse en marcha, apoyado en el brazo de Federico, y próximos ya a salir del bosque vi a la Princesa.

Para evitar tamaña desgracia dijo Rafael hago la moción de que compongamos entre todos una novela. ¡Apoyado, apoyado! gritó la condesa. ¡Tal destino! dijo su madre . ¿Queréis escribir algún primor, como esos que suele mi hija leerme en los folletines que escriben los franceses? ¿Y por qué no? preguntó Rafael. Porque nadie la leerá respondió la marquesa , a menos de anunciarla como francesa.

En la plaza de la Constitución vio a don Eugenio, que miraba de lejos el milacre, apoyado en el viejo bastón y mostrando su carita de pascua por el embozo de su capa azul, que no abandonaba hasta bien entrado el verano. El pobre señor acogió a Juanito con una sonrisa de gozo. ¡Hombre, cuánto me alegro de verte...! no tendrás quehacer, ¿verdad?

Por mi parte volví corriendo al comedor y tomé del hogar una sólida barra de hierro destinada a atizar el fuego. Lleno de terror, desatinado, descargué con ella fuertes golpes sobre la puerta y por último disparé mi revólver contra la cerradura, que saltó en pedazos y se abrió la puerta. ¡Venga una luz! dije, pero Sarto siguió apoyado en la pared, inmóvil.

Los españoles encontraban con asombro al mozo de Sanlúcar, de Triana o de un pueblecillo de Extremadura con el pecho pintarrajeado, corona de plumas y un anillo en la nariz, apoyado fieramente en su arco y barboteando trabajosamente un castellano que casi había olvidado.