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Actualizado: 4 de mayo de 2025
El príncipe está apoyado en una balaustrada sobre las terrazas y el puerto. Su paseo meditabundo le ha traído hasta aquí sin que él se diese cuenta. Vuelve la espalda al mar y á los grupos que empiezan á aclararse abajo, después de terminado el concierto. Pasan cerca de él los músicos americanos, seguidos por un enjambre de chicuelos que acompañan su retirada.
Cuando pues se ha pretendido atacar la certeza de nuestros conocimientos fundándose en la dificultad de distinguir entre dichos estados, se ha echado mano de un argumento fútil, apoyado en un hecho completamente falso.
En efecto balbuceó haciendo un esfuerzo, aquí está también la firma de... ese caballero. Se calló, mirando atontada el papel, que conservaba en su mano temblorosa; don Raimundo, apoyado en el bastón, la chistera sobre las rodillas, esperaba.
Lo primero que hizo Quevedo fué volver la punta de su espada al suelo, apoyarse en su pomo y descansar; el combate había sido corto, pero reñidísimo, duro, formidable; Quevedo se había visto obligado á resistir los golpes tirados por el puño de hierro del bufón, y sudaba, estaba jadeante. Pero en el mismo punto en que se había apoyado en su espada se irguió y se preparó.
El viejo, apoyado en ellos, hablaba de la primavera, cuando bajaban las yeguas de la dehesa y entraban en la cuadra con la cola recogida sobre el lomo para evitar entorpecimientos, y el yegüerizo mayor se arriesgaba bajo las patas amenazantes, encauzando la fecundación. Aquí tiene su mercé decía el viejo a toos los buenos mozos que fabrican los potrancos y las mulillas de Matanzuela.
¡Ah!... Ya estaba allí, de pie en el esquife, apoyado en larga espada, el escudo embrazado, cubierto el pecho de escamas de acero, irguiendo su arrogante figura de buen mozo festejado por toda la aristocracia de Europa, y deslumbrando de cabeza a pies, cual un pescado de plata envuelto en seda. Silencio absoluto; aquello parecía una iglesia.
Estalla en esto la lucha entre él, apoyado por un partido considerable, que lo ha elegido por caudillo, y el mismo rey de Túnez: éste consigue la victoria, y Leónido se ve obligado á huir. Para escapar á sus perseguidores, se oculta, lleno de rabia, en un desierto inhabitado.
Me encontraba sobre una balsa informe que amenazaba desbaratarse por momentos. Al verme en tal situación, corrí hacia Marcial diciendo: «¡Me han dejado, nos han dejado!». El anciano se incorporó con muchísimo trabajo, apoyado en su mano; levantó la cabeza y recorrió con su turbada vista el lóbrego espacio que nos rodeaba. «¡Nada! exclamó ; no se ve nada. Ni lanchas, ni tierra, ni luces, ni costa.
Estaba don Juan hacía pocos días de regreso en Madrid, tras una ausencia de dos años y medio, semana más o menos, cuando una tarde, después de almorzar como debe hacerlo quien vive en servicio del amor, no pudo resistir a la tentación de abrir el balcón de su despacho y asomarse a dar, apoyado en la barandilla, las primeras chupadas a un buen veguero.
Nadie da crédito a la firma de un cantor. ¡No sea loco!... ¡Todas las gentes de pluma son lo mismo! Manzanares, estoy contento de vivir. Me siento más joven... Usted también parece que se remoza. Ayer le pillé en conversación con una de esas francesas. Estaba apoyado en la baranda, mirando al mar, pero hablaba con ella al mismo tiempo en voz baja, como quien no hace nada.
Palabra del Dia
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