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Actualizado: 5 de junio de 2025


La doctora, como si adivinase la necesidad de atizar su odio contra el gran enemigo, apelaba á los recuerdos históricos: Gibraltar robado por los ingleses; las piraterías de Drake; los galeones de América apresados con metódica regularidad por las flotas británicas; los desembarcos en las costas de España, que habían perturbado la vida de la Península en otros siglos.

Con risa y ademanes verdaderamente juveniles, andaba de grupo en grupo animando á las doncellas y ofreciéndoles confites, embromando á los viejos, comunicando á todos la franca alegría que rebosaba de su alma. Cuando Linón se descuidaba en atizar la hoguera, él mismo le arrebataba el tridente de la mano y echaba sobre ella una gran porción de árgoma.

Tras de un rato, al agacharse a atizar las astillas, le pareció que sus ojos turbios veían en el suelo, delante del hogar, algo que tenía la apariencia de oro. ¡Del oro! su oro devuéltole tan misteriosamente como le había sido robado. Entonces sintió que su corazón se ponía a latir con violencia, y durante algunos instantes fue incapaz de avanzar la mano para tomar el oro recuperado.

Por mi parte volví corriendo al comedor y tomé del hogar una sólida barra de hierro destinada a atizar el fuego. Lleno de terror, desatinado, descargué con ella fuertes golpes sobre la puerta y por último disparé mi revólver contra la cerradura, que saltó en pedazos y se abrió la puerta. ¡Venga una luz! dije, pero Sarto siguió apoyado en la pared, inmóvil.

¡Ni mejor ni peor, bobalicona! ¿No ves que Regalado quiere divertirse á vuestra costa y hacer reir á la gente? exclamó con ímpetu la avinagrada Jeroma. Respondió Pacha con otras palabras no menos resquemantes y comenzó una batalla de sarcasmos y denuestos que Regalado procuraba atizar para que no se extinguiese tan presto. La alegre tertulia gozaba en el altercado.

Se esparció inmediatamente por todo el pueblo este razonamiento, y la mocion en que estaban las compañias milicianas, no descuidándose D. Nicolas Herrera en atizar el fuego, contando en todas partes con los colores mas vivos, que su malicioso intento pudo sugerirle, la conjuracion de los europeos.

El de elevada estatura y hercúleo cuerpo es Captal de Buch, nombre que habréis oído con frecuencia, pues no hay en Gascuña más famosa lanza. Habla con él Oliverio de Clisón, apellidado el Pendenciero, pronto siempre á enconar los ánimos y atizar la discordia.

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