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Actualizado: 17 de mayo de 2025
Me apoderé de Lea por el aspecto exterior de mi vida, que era justamente aquel á que le hacía más sensible su naturaleza italiana. Más que mis atenciones, mis cuidados y mi ternura, ganaron su voluntad mi carruaje correctamente enganchado y esperando á su puerta, mis elegantes libreas, el refinamiento de mi porte, la sonoridad de mi nombre y la autenticidad de mi título.
Y antes de que siquiera tuviese el tiempo de sospechar mi intención, me apoderé del arma, que tenía oculta entre varios libros. Ahora no se matará usted, no afrontará la ira de Dios, y podrá usted también correr en busca de nuevas caricias. Desde ese momento ya no la reconocí.
El de nuestro matrimonio, retonto... Digo, si es que apeteses esta mano, que no tiene nada de blanca ni de suavesita..., ¡bien lo sabes! dijo, sacándola por la reja. Por toda contestación, me apoderé de ella, la llevé a mi corazón y luego la besé repetidas veces. A la noche siguiente me manifestó que se hallaba muy inquieta.
Entonces, al inclinarme hacia mi hermana, vi en el suelo, junto a ella, una hoja de papel de carta rayado de azul; me apoderé de él tan vivamente como pude, sin que nadie notara ese movimiento. Después me apresuré a hacer lo más urgente, que era hacer volver en sí a Marta y acompañé a su cuarto a la desdichada, que dirigía en su derredor miradas atontadas. Una vez allí la acosté.
La vieja, sola, con las uñas y los dientes se defendió hasta lo último. Y yo, Luitprand, abrí su cabeza gris y me apoderé de su padre, el anciano entre los ancianos, para encadenarlo a la puerta de mi castillo como un perro.» Después, Hullin añadió la labradora inclinando la cabeza , después el loco comenzó a cantar una larga canción: las quejas del anciano atado a la puerta.
Y sobre el reparo que pudiera hacerse, de que estando la poblacion en la costa se expondria á los insultos del enemigo de Europa, responde muy bien el Cabildo: esto es, si donde hubiere de hacerse hay puerto capaz de fondear navíos, por la misma razon conviene que allí esté la ciudad, para guardarlo y defenderlo, y no dar lugar á que el enemigo se apodere de él: y si no lo hay, está desde luego libre la poblacion de este recelo, pues eso mismo será causa de que no se arrime á la costa; mayormente reinando en ella en los mejores tiempos del año la travesía que les obligará hacerse á la mar, ó á perder sus embarcaciones.
Soy avarienta, porque poseo cuantiosos bienes y no hago las obras de caridad que debiera hacer; soy soberbia, porque he despreciado a muchos hombres, no por virtud, no por honestidad, sino porque no los hallaba acreedores a mi cariño. Dios me ha castigado; Dios ha permitido que ese tercer enemigo, de que Vd. habla, se apodere de mí.
Un agradecimiento infinito inundó mi corazón: me apoderé de esa mano que temblaba en la mía, y posé en ella larga y tiernamente mis labios. ¿Qué haces, hermanita, qué haces? dijo Marta con su voz cansada, ligeramente velada. Me levanté. La vi delante de mí, pálida, con las mejillas huecas, y los ojos, donde brillaban lágrimas, profundamente hundidos en las órbitas.
Lo primero de que me apoderé para decir adiós a aquel hogar semejante a un nido abandonado, fue de mi buen libro; nada más deseaba llevar. Quise, sin embargo, recorrer toda la casa antes de partir. Se aspiraba en todos los cuartos ese ambiente de tristeza que tienen los sitios que se abandonan.
Palabra del Dia
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