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Actualizado: 16 de junio de 2025
Emma acabó también por aplaudir, y la Gorgheggi no tardó en fijar la atención en aquellas dos señoras que tenía tan cerca, y que, por excepción, unían sus aplausos a los del sexo fuerte.
El Sr. de Figueredo era más bien despreciado y aborrecido, y por lo tanto, el sujeto menos idóneo para patrocinar e introducir ante el público a una artista que aspirase a hacerse aplaudir. Consternado recibió la carta, porque debía favores a quien se la escribía, tenía obligación de complacerle y no se consideraba muy apto para tan difícil empeño.
¿Quién ha dicho que ibas a quedar inútil para la lidia? exclamó el doctor, satisfecho de su habilidad . Torearás, hijo; aún te ha de aplaudir mucho el público. El apoderado asentía a estas palabras. Lo mismo había creído él. ¿Así podía acabar su vida aquel mozo, que era el primer hombre del mundo?... Por mandato del doctor Ruiz, la familia del torero se había trasladado a la casa de don José.
En cuanto á mí, como la mayor parte de las agudezas que oía aplaudir, se referían á anécdotas locales y á chismografía de aldea, no he podido apreciar hasta aquí sino incompletamente el mérito de este león armórico. Tuve, sin embargo, que congratularme de su urbanidad: me ofreció un cigarro después de comer y me llevó al retrete de fumar.
Los tentáculos pegaron sus irresistibles ventosas al cuerpo de la víctima y al bramante, tirando de este último con tal fuerza, que se rompió, cayendo en el fondo el pulpo con su presa. Freya hizo un movimiento como si fuese á aplaudir. «¡Bravo!...» Estaba intensamente pálida. Un calor de fiebre pasó á través de las ropas desde un costado de su cuerpo al costado de Farragut que le servía de apoyo.
Esto fué lo único que Caragòl pudo ver claramente, y rompió á aplaudir con una alegría infantil. Luego agitó en alto su sombrero de palma. «¡Viva el Santo Cristo del Grao!...» Otros proyectiles fueron cayendo en torno del Mare nostrum, salpicándolo con sus enormes surtidores de espuma. De pronto tembló de popa á proa: se estremecieron sus planchas con una vibración de estallido.
Toda esta suficiencia, i buenas partes, vienen á hazer más ridículos los humos, que con ver aplaudir alguna comedia suya, adquiere un Cómico. Ya no tiene España ingenio, que se le iguale. Ya no ay necesidad de más estudio, ni de mas atencion, que la de escribir mas comedias, si es de los Noveles; i si es de los Veteranos, pasa á gloriarse de que es honra de su Patria. Habla con magisterio.
Sí, aquel Simoun tan rico, tan poderoso, tan temido una semana antes, ahora, más desgraciado que Eutropio, buscaba asilo, y no en los altares de una iglesia, ¡sino en la miserable casa de un pobre clérigo indio, perdida en el bosque, en la orilla solitaria del mar! ¡Vanidad de vanidades y todo vanidad! ¡Y aquel hombre, dentro de breves horas, va á ser preso, arrancado del lecho donde yace, sin respeto á su estado, sin consideracion á sus heridas, vivo ó muerto le reclamaban sus enemigos! ¿Cómo salvarle? ¿Dónde encontrar los acentos conmovedores del obispo de Constantinopla? ¿Qué autoridad tenían sus pobres palabras, las palabras de un clérigo indio, cuya humillacion aquel mismo Simoun en sus días de gloria parecía aplaudir y alentar?
Y eso que no se guiaba de la mímica de los artistas porque miraba apenas hácia la escena. El truhan decía muy intencionadamente á Paulita, que, habiendo mujeres muchísimo más hermosas, no quería cansarse mirando á lo lejos... Paulita se ruborecía, se cubría la cara con el abanico y miraba de hurtadillas hacía donde estaba Isagani, que sin reirse ni aplaudir presenciaba distraido el espectáculo.
Palabra del Dia
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